Yaiza de la Campa. Periodista
Inmersos en pleno invierno como estamos, ¿a quién no le apetece un calentito y suculento guiso de legumbres capaz de resucitar a un muerto? Pues bien, la respuesta es que a un considerable número de españoles. Prueba de ello son los datos desvelados por el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente (MAGRAMA), los cuales reflejan que el consumo doméstico de legumbres repite sus niveles en torno a las 146.500 toneladas por tercer año consecutivo, con un ligero trasvase de la seca a la cocida.
Y es que está claro: el consumo de legumbres en los hogares gana peso en tiempos flacos. El efecto de la crisis, que siempre atrae las ventas hacia productos de primera necesidad frente a otros más sofisticados. Está claro, los alimentos básicos como el pan o las legumbres y la patata siempre permanecen en nuestras dietas.
Pero estamos de suerte, ya que las propiedades nutricionales de las legumbres son altamente recomendadas debido a las concentraciones adecuadas y equilibradas de nutrientes y además forman parte de la Dieta Mediterránea desde hace siglos. De esta manera podemos tomarlas dos o tres veces a la semana y estaremos llevando a cabo una alimentación equilibrada, moderada y variada.
Dieta Mediterránea
Con la denominación genérica de legumbres se conoce a las semillas secas, limpias, sanas y separadas de la vaina, procedentes de plantas de la familia de las leguminosas (Fabaceae). Entre ellas destacan la judía, la lenteja, el garbanzo, el guisante seco, el haba, la soja y el altramuz.
La presencia de nutrientes tan variados como proteínas de alto valor biológico (19-35%), hidratos de carbono complejos, vitaminas, minerales, fibra y un escaso contenido graso, confieren a las legumbres una gran importancia, así como un elevado interés nutricional a la hora de ser utilizadas en la alimentación humana.
Para una alimentación completa y equilibrada, la Dieta Mediterránea aconseja consumir las legumbres acompañadas con abundantes dosis de frutas, verduras y frutos secos gracias a que su contenido elevado en antioxidantes y fibra puede contribuir a prevenir, entre otras, algunas enfermedades cardiovasculares y algunos tipos de cáncer.
Asimismo, la Dieta Mediterránea, Patrimonio Inmaterial de la Humanidad desde hace ya más de dos años, aconseja ingerir y comprar legumbres de temporada y dar prioridad a los productos tradicionales, locales, respetuosos con el medio ambiente y la biodiversidad. De este modo se contribuye a la preservación del ecosistema y los paisajes mediterráneos.
Aspectos históricos
Las legumbres tienen tres orígenes según la especie: provienen de Mesopotamia, de la América precolombina y de Asia oriental, adecuándose perfectamente a la agricultura mediterránea. Las leguminosas y los cereales fueron las primeras plantas cultivadas por el ser humano. Hace unos diez mil años en la zona del Cercano Oriente, existía una asociación entre ciertas semillas como el trigo, cebada, lenteja, y guisantes y los asentamientos humanos, que era un indicativo de una recolección preferencial: primer paso hacia el nacimiento de la agricultura. Los restos fósiles de semillas de trigo, cebada, lentejas y guisantes de hace ocho mil años indican que ya se encontraban domesticadas por el ser humano, domesticación que alcanza a las habas en el cuarto milenio antes de Cristo. Las leguminosas también aparecen pronto en la agricultura del Nuevo Mundo (4.000 antes de Cristo), precediendo en casi mil años al maíz.
En definitiva, desde el cultivo de lentejas y garbanzos en la civilización egipcia y con la incorporación después de las alubias blancas y rojas que llegaron procedentes del Nuevo Mundo, las legumbres se instauraron en las comidas y guisos de la Dieta Mediterránea.
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