1 DE diciembre DE 2022
Redacción Qcom.es
Tras la pandemia por la COVID-19 y a pesar de que la sociedad parece haberse habituado a cierto grado de incertidumbre, la coyuntura económica y social que atraviesa el planeta continúa modificando nuestros comportamientos en múltiples facetas de la vida diaria. No es de extrañar por tanto que la encuesta de la Mesa de Participación Asociaciones de Consumidores (MPAC), que analiza anualmente el comportamiento de los consumidores, refleje un cambio en sus hábitos de compra y consumo, incluso a niveles superiores a los detectados durante lo peor de la crisis sanitaria. Así, el 72% de los encuestados asegura haber cambiado dichos hábitos. De ellos, un 20% lo hace buscando mejores precios y un 21% opta por adquirir otro tipo de productos.
Vulnerables por nivel de renta
Además, de acuerdo con dicho estudio, en el que han participado 3.500 familias de las 17 comunidades autónomas y de las 2 ciudades autónomas durante el primer semestre de 2022, este año los encuestados son más conscientes del significado de la figura del consumidor vulnerable; aquellos en situación de subordinación, indefensión o desprotección que les impide el ejercicio de sus derechos como personas consumidoras en condiciones de igualdad. De hecho, aunque hay diversas interpretaciones, se observa una relación clara entre vulnerabilidad y renta, principalmente en entornos rurales y con niveles de estudios básicos.
Así, el 38% que afirma sentirse vulnerable lo hace porque su nivel de renta es bajo (19%), después acusan el impacto de alguna variable psicosocial (9%), el desconocimiento de las nuevas tecnologías (6%) o el nivel de formación (4%). La vulnerabilidad por renta afecta principalmente a las franjas entre los 18 y 35 años y a los de más de 65. Se ratifica el problema del entorno rural donde es mayor el desconocimiento del concepto y la sensación de vulnerabilidad por el uso de nuevas tecnologías.
Etiquetado, sí pero no
El etiquetado de los alimentos lleva años generando debate y siendo la ‘asignatura pendiente’ de industria y administración. Por un lado, por su relevancia para la salud del consumidor y por otro, debido a la exigencia de este de disponer cada vez de más información sobre el producto que adquiere. En este contexto, la Encuesta Sobre Hábitos de Compra y Consumo 2022 de la MPAC revela que en 2022 ha aumentado el número de aquellos que admiten consumir productos una vez pasada la fecha de caducidad (67% frente al 59% en 2021). Paradójicamente, un 66% considera que la fecha de caducidad es el concepto informativo más importante de la etiqueta, seguido de la composición/ingredientes del producto (55%). En tercera posición aparece el precio (37%) desplazando al lugar de origen (28%) y a la información nutricional (26%).
También se constata que, año tras año, el consumidor va perdiendo el hábito de leer las etiquetas. Concretamente, en esta ocasión la caída ha sido de siete puntos para los que dicen leerlas habitualmente, hasta el 34% (41% en 2021). También se reduce en cuatro puntos los que afirman leerlas de vez en cuando, hasta el 54%. A pesar de todo ello, la etiqueta del producto continúa siendo la principal fuente de información para los consumidores y un 42% de los encuestados considera útil la información que ofrece.
De acuerdo con dicho estudio, el consumidor es consciente de la importancia de unos buenos hábitos de alimentación. Sin embargo, disminuye la población que considera que sus hábitos son saludables (66%) y sigue creciendo la población que lo desconoce (22%) y la que reconoce no tenerlos (12%).
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