18 DE julio DE 2016
Ricardo Migueláñez. @rmiguelanez
Aprovechando el lanzamiento del especial sobre distribución que tienen ante ustedes, me gustaría reflexionar sobre la responsabilidad que recae en los hombros de las cadenas de distribución en lo relativo al mantenimiento de la imagen de los productos y de la defensa y valorización de las categorías.
Como son ustedes lectores asiduos de nuestro periódico, sabrán que en las últimas semanas dos grupos de la gran distribución han saltado a primera plana a raíz de la venta a pérdidas en dos categorías: leche y aceite.
Sí, los que estamos metidos en este negocio –o en cualquiera- sabemos que el objetivo principal de cualquier empresa es obtener el mayor beneficio posible. Sin embargo, opino que en el caso de la alimentación es bueno establecer ciertos límites, porque prácticas como las mencionadas denigran estas categorías, cuestionan la calidad del producto y perjudican a todas las empresas de este sector.
Hemos comentado en varias ocasiones que esta política es contaminante para los operadores de un subsector determinado y para el sector alimentario en general. También lo es para los consumidores, pues ante la cascada de bajadas de precios con el objetivo de no perder cuota, la cadena que inició la contienda consigue captar nuevos clientes que no solo se llevan el producto rebajado sino muchos otros.
Llegados a este punto, la aplicación de la Ley de Mejora de la Cadena Alimentaria puesta en marcha por el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente debería poner fin a la situación de venta a pérdidas, pero por ‘defectos de forma’, los encargados de hacer cumplir a la normativa se deben limitar a recibir la denuncia y comunicar la situación a quienes sí tienen capacidad para sancionar.
Otro de los puntos que me gustaría tocar en estas líneas es el gran poder del que goza la distribución en el traslado de mensajes a la sociedad y en su importancia a la hora de formar a los consumidores.
Las cadenas no solo comercializan, sino que también “producen”, si consideramos como producción propia su marca blanca, y eso las convierte en responsables finales del mensaje que le llega a los consumidores. Son los que están en contacto con ellos y los que pueden saber lo que piensan. Pueden influir, en definitiva, en el conocimiento que los consumidores tengan sobre uno u otro producto.
Por eso creo que estamos perdiendo una oportunidad única de trabajar en común para que la información llegue a los consumidores. Considero que así conseguiríamos que estos conocieran más sobre los métodos de producción y las características de los productos, dándoles valor y haciendo que su confianza creciera de forma importante. Por supuesto, también ayudaría hacer información seria y científicamente rigurosa sobre los productos y sus propiedades nutricionales, que ratifique los argumentos comerciales que defienden unos y otros, industria y distribución.
En definitiva, como dice el presidente de la Asociación Cadenas Españolas de Supermercados (ACES), Aurelio del Pino, en otro de los artículos que encontrarán en este Especial, el sector de la distribución tiene que “seguir dando respuesta a una población cada vez más compleja y con necesidades más específicas”.
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