7 DE enero DE 2025
En unos dias entrará en funciones la nueva Administracion norteamericana. No han sido pocos los estrambotes de Trump durante sus intervenciones en la campaña electoral, pero quizás la afirmación de que “arancel es la palabra más bonita del diccionario” sea una de las más elocuentes.
Si nos basamos en sus comentarios, la idea seria bajar los impuestos internos y compensar la pérdida de esos ingresos fiscales a través del aumento de aranceles, entre un 10 y un 20 % para la Unión Europea – y de un 25% para Canadá y Méjico, hasta el 60 % para China -, convirtiéndose así la política comercial estadounidense en una potente arma fiscal.
Pero no solo eso; los aranceles habrían de servir también como instrumento de presión contra el tráfico de drogas (fentanilo de China que entra por Canadá o Méjico), y para reducir su déficit comercial con Europa. Tres en uno, todo saltándose a la torera las reglas básicas del comercio internacional (OMC).
¿Sera una bravuconada, otra más, del Sr Trump? Puede ser, pero tenemos un problema – y grande- en ciernes.
La lógica nos dice que un schock arancelario como el propuesto tendría unos efectos inflacionarios sobre la economía norteamericana nada desdeñables, por no decir que inasumibles, y produciría un frenazo en el crecimiento de la economia mundial. Demasiado riesgo.
Quizás por eso pudiera ser que el anuncio no se materialice al 100%, y que en la práctica se lleve adelante una amenaza más selectiva, un arma de negociación sujeta a condiciones. Esta sería la línea si consideramos que Trump ya ha exigido a Europa un incremento de su presupuesto militar hasta el 5% del PIB, y también nos ha reclamado mayores importaciones de energía para reducir su déficit comercial con nosotros.
En fin, esto se parece mucho a la doctrina Monroe del ”palo y la zanahoria”, mezclando lo comercial con todo lo demás: drogas, energía, defensa, … Por si alguien tenía dudas, para evitar esto precisamente surgió la OMC – por cierto hoy bloqueada por Trump.
Sea como fuere, aventuro difícil que vayamos a salir indemnes de esta nueva política; de entrada, porque tenemos todavía contenciosos pendientes de resolver – el acero y el aluminio, la disputa Boeing-Airbus, las aceitunas, …- que difícilmente van a encontrar solución en este nuevo contexto. De salida, porque los aranceles complementarios podrían dañar exportaciones tradicionales a EEUU como el aceite de oliva, vinos y espirituosos, quesos, …
Mas aun, está claro que si los EEUU establecen aranceles de manera unilateral, la UE responderá – como ya hizo con el aluminio y el acero – con retorsiones similares ,lo que podría afectar entre otros a la alimentación animal (soja, maíz) y por tanto a nuestra cadena ganadero – cárnica.
En pocos dias veremos lo que da todo esto de sí. Nada bueno, previsiblemente.
Quizás sea el momento de pensar que resortes debemos tocar para reducir el impacto, que mercados alternativos existen, reorientar las políticas de suministro, … por desgracia, la geopolítica entra cada vez mas de lleno en el negocio y nos tenemos que acostumbrar a incluirla en nuestra estrategias.
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