27 DE septiembre DE 2024
Durante más de tres millones de años, las personas y sus antepasados homínidos han dependido de la carne. Nuestra anatomía, digestión y metabolismo evolucionaron claramente a los de otros primates, lo que refleja nuestra adaptación a una dieta rica en carne. Los seres humanos, categorizados como omnívoros, poseen un estómago simple y muy ácido, un intestino delgado alargado y un ciego y colon reducidos con capacidad fermentativa disminuida, lo que indica una preferencia por dietas de alta calidad con un consumo significativo de carne.
La carne ha desempeñado un papel crucial en la evolución humana, facilitando la «encefalización» y el desarrollo de cerebros más grandes en relación con el tamaño corporal. Pero incluso hoy en día, la carne sigue siendo vital debido a su alta densidad de nutrientes biodisponibles, que no se reemplazan fácilmente en las dietas basadas en plantas y pueden ser deficientes en las poblaciones mundiales. La vitamina B12, el retinol, los ácidos grasos omega-3 de cadena larga, el hierro, el zinc y los compuestos bioactivos como la taurina y la creatina se obtienen principalmente de la carne. Las vísceras son particularmente ricas en vitaminas A y D, hierro, zinc, ácido fólico y colina, nutrientes sobre los que a menudo hay deficiencias a nivel mundial. Más allá de su contenido de nutrientes, la carne influye en la absorción de nutrientes y el metabolismo dentro de la matriz de la dieta, lo que la convierte en una piedra angular en las estrategias dietéticas que se basan en alimentos, especialmente en regiones que dependen en gran medida de los cereales.
Se deberían considerar cuidadosamente las implicaciones nutricionales a la hora de eliminar o reducir significativamente la ingesta de carne, particularmente en los grupos vulnerables como los niños, las mujeres embarazadas y lactantes, los adultos mayores y los enfermos crónicos independientemente del nivel de ingresos. Una desconexión de los patrones dietéticos evolutivos podría contribuir a que haya deficiencias nutricionales y la aparición de enfermedades, afectando especialmente al crecimiento y al desarrollo del cerebro en la infancia. La carne resulta crucial para las funciones cognitivas de los niños, por lo que resulta de gran importancia la incorporación del conocimiento evolutivo en las pautas dietéticas. Los alimentos de origen animal también se correlacionan positivamente con las funciones esenciales en adultos, como la salud muscular, esquelética y neural, lo que reduce los riesgos asociados con el envejecimiento.
Los esfuerzos para reducir el consumo de carne a nivel mundial, impulsados por preocupaciones ambientales o de otro tipo, deben equilibrar los potenciales beneficios de estas dietas con los riesgos nutricionales, particularmente en regiones con bajo consumo de carne y altas tasas de desnutrición, como África subsahariana y Asia meridional. Incluso en los países de ingresos altos, se debe abordar el impacto en el estado de los nutrientes cuando se reduzca el consumo de carne ya que es especialmente crucial durante las etapas de la vida que requieren alimentos ricos en nutrientes.
Ver el artículo completo de Frédéric Leroy, Nick W Smith, Adegbola T Adesogan, Ty Beal, Lora Iannotti, Paul J Moughan, Neil Mann, «El papel de la carne en la dieta humana: aspectos evolutivos y valor nutricional | Fronteras Animales | Oxford Académico (oup.com)«
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