8 DE enero DE 2025
Ricardo Migueláñez. @rmiguelanez
Vivimos una situación geopolítica mundial donde las decisiones que tomen nuestros mandatarios, tanto a nivel europeo como en el ámbito nacional y también las que no tomen, marcarán el destino y la forma de vida de mi hija y nietos. Todo está muy enredado y hay que posicionarse, hacer POLÍTICA con mayúsculas, para que la UE tenga un lugar en el mapa global del mundo. Muchos problemas y muchas acciones por tomar, espero que pensando en grande.
Sin embargo, en el ámbito de la producción de alimentos y concretamente en la ganadería, nuestra administración europea sigue enredada en cuestiones que no llevan más que a la pérdida rentabilidad de las explotaciones y por tanto a que los ganaderos abandonen la producción, y por tanto cedamos a otros nuestra soberanía alimentaria.
Y entre otras cosas me refiero a una cuestión que comenzó en 2021, pero que sigue avanzando y no sé muy bien hacia donde, lo que se denominó End the Cage Age (fin de las jaulas). Porque el debate sobre el bienestar animal en el que lleva muchos años trabajando la Comisión Europea puede ser infinito, nadie nos oponemos a que cada día se hagan mejor las cosas, pero todo tiene un límite si queremos que se sigan produciendo alimentos de origen animal en la UE.
La Iniciativa Ciudadana Europea, End the Cage Age presentó aquel año solamente 1,4 millones de firmas de la personas de la UE para acabar con la cría en jaulas en todos los animales de producción y a partir de ahí, cuando se supera el millón, hay que poner en marcha la maquinaria parlamentaria y hacer caso a lo que dice el 0,3% de la población europea que son casi 450 millones de habitantes.
Insisto, el debate sobre el bienestar animal puede ir hacia el infinito, pero la cordura y sobre todo la visión estratégica de la producción de alimentos debería de primar sobre frivolidades que se permiten presentar algunos que cobran mucho dinero y que no les importa que otros no tengan renta suficiente disponible para poder acceder a alimentos de calidad y en cantidad suficiente, a precios razonables. Yo le llamo a eso, “insolidaridad”.
Pero es que además me pregunto. ¿Es este el momento adecuado para centrarse en estas cuestiones cuando hay desafíos mucho mayores que requieren atención inmediata? Una empresa, cuando tiene un desafío o un reto muy importante, deja todo y centra todos sus recursos en solucionarlo y, sin embargo, las Administraciones Públicas y los políticos no. No lo entiendo.
El pasado 19 de diciembre, el Comisario Europeo de Salud y Bienestar Animal, Sr. Varhelyi, mantuvo un intercambio de puntos de vista con los eurodiputados sobre las propuestas de bienestar animal y el programa de trabajo de la Comisión Europea para 2025. En su intervención, el Comisario destacó la necesidad de un diálogo inclusivo con todas las partes interesadas, para encontrar soluciones sostenibles basadas en pruebas sólidas. En este sentido, resulta de vital importancia reflexionar sobre las implicaciones prácticas de esta medida, ya que puede tener consecuencias indeseadas para los ganaderos europeos y el mercado de productos animales.
Porque la eliminación de las jaulas o las futuras restricciones que se quieren imponer al transporte animal van a llevar al cierre de muchas explotaciones ganaderas, especialmente aquellas de pequeño y mediano tamaño. Europa tiene muchos ganaderos que no están dispuestos a cambiar otra vez el sistema productivo para adaptarse a una nueva elucubración europea, y por tanto muchos ganaderos abandonarán.
Las consecuencias de esta desaparición de pequeños productores podrían ser muy graves. En primer lugar, se produciría una reducción significativa en la oferta de productos como cordero y vacuno, que son esenciales en la dieta de muchas familias europeas. Esto daría lugar a una escasez de estos productos en el mercado, lo que inevitablemente elevaría los precios de forma considerable. Con una oferta reducida y una demanda constante, los precios subirían y los productos animales se volverían más inaccesibles para la mayoría de la población, especialmente para aquellos con menor poder adquisitivo. Esto afectaría no solo a las familias, sino también a las industrias que dependen de estos productos para la elaboración de otros alimentos, generando un efecto en cadena que podría poner en peligro la estabilidad económica de toda Europa.
Así, y en este escenario, vuelvo a lanzar la pregunta: ¿debería la eliminación de las jaulas ser una prioridad en este momento? Si bien el bienestar animal es un tema importante y digno de atención, considero que existen otros desafíos mucho más urgentes que requieren soluciones inmediatas, como los problemas políticos internos de la Unión Europea o las crisis económicas y geopolíticas que amenazan la estabilidad del continente.
El debate sobre el bienestar animal es legítimo, y todos los involucrados en la producción de alimentos de origen animal, incluidos los ganaderos, comparten el compromiso de tratar a los animales de manera ética. La clave está en crear un sistema que no solo beneficie a los animales, sino que también respete la viabilidad económica de los productores y proteja la diversidad del sector.
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