3 DE junio DE 2024
Francisco Martínez Arroyo. Ex Consejero de Agricultura, Agua y Desarrollo Rural de Castilla-La Mancha
Han pasado ya unas semanas desde la presentación del libro “El resurgir del agro. 10 retos” y aprovecho esta< entrada del blog para daros las gracias a todos los que participasteis en la presentación y a los que habéis adquirido y leído el libro. Estoy muy contento de la acogida que está teniendo. A los que no lo hayáis hecho, y os interese el sector agrario y su futuro, os animo a hacerlo y a hacerme llegar vuestra opinión e ideas a través, también, de ruralsiglo21.
Como ya he mencionado en otras ocasiones, el libro es un manual en el que se identifican los que, para mí, son los retos más importantes para el futuro del sector agrario en nuestro país, con mis reflexiones, ideas y propuestas, conformando, el conjunto, una especie de programa de trabajo global.
Uno de los retos que identifico es, precisamente, la Política Agraria Común (PAC), a la que se dedican dos capítulos en el libro. Y hablar de la PAC es, directamente, hablar de Europa.
A pocos días de las elecciones al Parlamento Europeo, conviene reforzar nuestro compromiso en el proyecto de construcción europeo. En primer lugar, por la necesidad que tenemos, como país, de participar en la geopolítica mundial, a través de un proyecto de mayor tamaño, con el que ganamos peso -y voz- en la esfera internacional. Es momento de unión, de proyectos trasnacionales y de más, y más, Europa.
En segundo lugar, por lo que nos ayuda a prosperar, con políticas ambiciosas que aumentan la cohesión entre territorios, las inversiones públicas y privadas, protegen y mejoran la sociedad del bienestar y refuerzan y profundizan en los conceptos democráticos, que, sin duda, son nuestra mejor tarjeta de presentación, como europeos, en un mundo convulso, y necesitado de modelos.
Y desde la perspectiva del sector agrario, de la Unión Europea depende la política más relevante, la PAC. En numerosas ocasiones he insistido en que esta política no es sólo un mecanismo para ayudar a los agricultores y ganaderos. Es una política que afecta al conjunto de la sociedad, a todos los consumidores, y que regula -y orienta- los modelos producción, la calidad o el etiquetado de los productos con los que nos alimentamos, o las actuaciones e iniciativas que afectan al desarrollo del medio rural, por citar algunas cuestiones en las que la PAC incide, directa o indirectamente. Se trata pues, de una política muy ambiciosa que, en términos estrictamente económicos, representa actualmente un tercio del presupuesto de la Unión Europea (UE).
Siendo una política muy relevante en el presupuesto en términos relativos, supone solo 0,31 euros de coste diario para cada ciudadano europeo, una cifra muy baja, de la que se deduce que el presupuesto europeo es pequeño -un 1% del PIB del conjunto de la UE- para lo que debería ser, sobre todo teniendo en cuenta las nuevas políticas de migraciones, defensa o política exterior, en las que , ineludiblemente, si queremos tener un papel en el contexto internacional, la UE tiene que profundizar en los próximos años.
Así, en estas elecciones europeas nos jugamos mucho. No es momento -nunca lo es- de retroceder. Es ocasión de ensanchar nuestro proyecto común, de hacerlo más robusto, hacia dentro -más cohesión, más derechos, más igualdad-, pero también hacia fuera -aumentando el peso y la participación de la UE en los foros y organismos internacionales en el mundo de hoy.
Y en este contexto, la PAC juega un papel muy importante. En primer lugar, porque sigue siendo imprescindible para garantizar la rentabilidad de las explotaciones agrarias en el conjunto del continente, equiparando los ingresos en el sector a los de otras actividades económicas. Sin la PAC, sin duda, tendríamos menos explotaciones, con menor grado de profesionalización y con menos relevo generacional. Hay mucho por hacer en estos ámbitos -como se pone de manifiesto en “El resurgir del agro. 10 retos”, son cuestiones fundamentales para garantizar el futuro del sector- pero sin una PAC fuerte, nada podremos hacer.
Es también la política que nos garantiza la mayor seguridad alimentaria del mundo y el desarrollo del medio rural europeo, santo y seña de nuestra cultura como continente.
Y, además, nos permite avanzar en la protección del medio ambiente, con prácticas mas respetuosas, protegiendo la biodiversidad y el entorno, y ayudándonos a liderar en el mundo el combate contra el cambio climático y la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero.
Nuestros agricultores y ganaderos son, pues, imprescindibles para el proyecto europeo, pero necesitan de una PAC fuerte y ambiciosa, en la que se refuerce el enfoque común al que alude la letra “C” de su acrónimo, con recursos suficientes, y que oriente la prioridad -de verdad- a las explotaciones familiares, que constituyen la base de nuestro sector.
Y todas estas cuestiones van a pasar por el Parlamento Europeo que resulte de las elecciones del 9 de junio. El peso de esta institución es ya muy real y, tras décadas en las que las políticas europeas se decidían a sus espaldas- hoy es decisivo -con un papel cada vez mas relevante- en todas las políticas europeas.
La presencia mayoritaria de grupos parlamentarios que crean en Europa, con sensibilidad -y conocimientos- hacia las cuestiones que afectan a los agricultores y ganaderos será determinante para modificaciones de urgencia -si se requieren- en la PAC actual y para definir la PAC a partir de 2028. En resumen, un auténtico reto por delante.
*Este artículo fue recibido antes de las elecciones europeas del 9 de junio de 2024
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