18 DE septiembre DE 2023
Ángel J. Pacheco Conejero, presidente de Cooperativas Agro-alimentarias Extremadura
La agricultura y la ganadería extremeña atraviesan actualmente una situación más que compleja por la sequía hidrológica que vivíamos. La falta de lluvias y la baja disponibilidad de agua en los embalses de la región llevaron a muchos sectores, en los que nuestra región es líder nacional, a registrar bajas -y en algunos casos prácticamente nulas- producciones. Este año continúa la tendencia, sin precipitaciones relevantes que ayuden al campo y con altas temperaturas que afectan también al desarrollo de los cultivos.
Este problema es de extrema gravedad y requiere de un pacto nacional del agua que establezca las bases de la gestión del agua para las próximas décadas y que permita alcanzar un uso más eficiente, solidario e integrado de los diferentes recursos hídricos existentes en España, atendiendo a las demandas de las cuencas deficitarias.
Es un proyecto ambicioso, quizás irrealizable. Más factible es establecer, a nivel regional, un plan de actuación que ya planteamos el año pasado, de cara a que estar preparados en caso de que se repitiera esa situación, como ha sucedido. Estamos a tiempo para encauzarlo para próximas campañas y evitar que los efectos de la esta crisis persistan.
Porque todo esto afecta a agricultores y ganaderos, que no pueden vivir de su trabajo; impacta en toda la economía regional; influye en la cadena agroalimentaria, con la pérdida de mercado por la apertura de canales de compra en otros países; y repercute socialmente en el precio de los alimentos y en el abastecimiento de estos.
Las ayudas aprobadas por el Gobierno nacional y autonómico son más que necesarias. Pero también es imprescindible que lleguen lo antes posible a los agricultores y ganaderos. Unos no pueden sembrar o regar sus cultivos para producir alimentos para todos. Otros tienen que estar suplementando la alimentación de sus animales con piensos, cuyos precios están por las nubes. El hecho de que perdamos cultivos en el campo, que se sacrifiquen animales para reducir gastos porque las cuentas no salen, que profesionales del campo extremeño abandonen su actividad y que las cooperativas reduzcan la suya para transformar y comercializar los alimentos que esos agricultores y ganaderos producen es un auténtico lujo que no nos podemos permitir.
Las cooperativas agroalimentarias son las empresas de los productores que están sufriendo la sequía. Muchas de ellas se verán sin producto que comercializar y, por tanto, deberán hacer frente a los costes fijos, amortizaciones, financiación adelantada a sus productores en forma de suministro de insumos o adelantos financieros. Todo ello puede llevar, sin actividad económica, a abordar expedientes de regulación de un empleo que es necesario preservar en las zonas rurales tras varias crisis consecutivas.
Por tanto, es indispensable que se estudien otras vías de ayudas y que la UE ponga en marcha los apoyos necesarios para abordar la actual situación. Las empresas cooperativas son fundamentales para superar la actual situación en el medio plazo, son claves para el correcto funcionamiento de la cadena de abastecimiento alimentario y para la rentabilidad de agricultores y ganaderos.
Si nos quedamos sin sector productivo, nos quedamos sin alimentos. El sistema no puede funcionar sin uno de los eslabones porque, al final, la cadena se rompe. Y mucho me temo que es algo que podría ocurrir si seguimos desincentivando el sector, poniéndole trabas y dándole menos ayudas, que al final (no lo olvidemos) son para que el consumidor tenga alimentos de calidad a precios asequibles.
Este artículo de opinión aparece publicado en el número 58 de la Revista de Cooperativas Agro-alimentarias de España, que puede descargarse en esta web.
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