12 DE diciembre DE 2023
Ricardo Migueláñez. @Rmiguelanez
“Todo lo que sube, baja”. No se me ocurre un mejor dicho popular para definir lo que está sucediendo en el sector plant-based. Lo que un día parecía prosperidad, auge y crecimiento, y había muchos inversores interesados, hoy se traduce en una desaceleración que conduce a ver como poderosas marcas ven caer sus ingresos caen, y a preguntarse si sobrevivirán a medio plazo. Un caso práctico sería la empresa estadounidense Beyond Meat, cuyos ingresos se han visto reducidos en un 20% con respecto a 2022, lo que les está llevando a reducir su plantilla de trabajadores, entre otras acciones.
Hasta ahora, el modelo de mercado “plant-based” había estado cumpliendo las expectativas de esos consumidores “flexitarianos” (aquellos que un día consumen alimentos de origen vegetal, y otro, de origen animal, aunque en menor medida). Sin embargo, hoy en día, veo como, esas novedades alimentarias tan prometedoras, tampoco salen airosas de las amenazas que suponen su caída.
Hace unas semanas asistí a un encuentro en el que había varias empresas “plant based”, que sabéis que basan su modelo de negocio en la búsqueda de financiación a través de rondas en las que captan inversores para continuar desarrollando sus proyectos, el mismo bajo el que surgieron las grandes compañías de este sector que ahora operan en muchas partes del mundo. Y al finalizar el moderador les preguntó. Si os dieran 3 millones de euros ahora mismo, ¿en qué lo invertiríais? Todas coincidieron en la cautela, pero una de ellas que había dejado de ser start up, ya estaba un poco más desarrollada dijo: “Yo los guardaría porque no sabemos qué va a pasar y hay que tener cash por si el futuro viene más complicado”. Lo cual demuestra que el modelo está en riesgo.
Además, el incremento de los precios por el aumento de los costes de producción de todo tipo de alimentos hace que la elección de las alternativas “veggie” supongan un sobrecoste incluso mayor que no todo el mundo puede asumir. Y es que estos productos son caros, por lo que los hace mucho menos accesibles para el consumidor, en comparación con alimentos más comunes como un bocadillo jamón, carne a la plancha o cocinada, o leche de vaca, de los de toda la vida.
Otra de las causas es, quizás, el haber sobreestimado la demanda de este tipo de productos. Puede que no hay tanta población vegana como para cubrir una gran oferta de producto. A lo que habría que sumar que hay muchas personas que comienzan una dieta vegana y, si no me equivoco, la abandonan a los dos años o quizás antes por la necesidad de suplementarse con otro tipo de vitaminas y otros nutrientes esenciales para las personas que la dieta vegana no contiene.
Otras veces he dicho que no hay alimentos “insanos”, y que denominarlos así es más una estrategia para desprestigiar a los productores, que un adjetivo para hacer algún tipo de justicia. Otra cosa es que haya “modas” o tendencias que por muy éticas que resulten, no sean las más saludables para nuestro cuerpo. No por muchas estrategias de marketing que llevemos a cabo para evitar creencias erróneas, o por mucho que se baje de precio el producto, se va a conseguir salvar.
La realidad es que los problemas graves de salud, como el cese de la menstruación o problemas en las articulaciones, son un ladrillo demasiado pesado a hombros de cualquier empresa de productos veganos y por tanto tenemos que mirar nuestro cuerpo como el automóvil que tiene que llevarnos a vivir muchos más años de los que estaba pensado que así fuera. Como dice el doctor Antonio Escribano, nuestro cuerpo está diseñado para vivir 50 años, el resto son un regalo que, en función de cómo nos alimentemos y vivamos disfrutaremos mejor o peor. No lo entrecomillo porque él lo dice mejor y creo que no es exactamente así.
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