26 DE febrero DE 2024
Christiane Lambert, presidenta del Copa, y Ramón Armengol, presidente de la Cogeca
Antes incluso del pistoletazo de salida para la campaña electoral europea, Bruselas ya está sumida en un torbellino de rumores e ideas de cara al próximo mandato. Durante la primera revisión, algunos eran partidarios de crear una DG Alimentación que sustituyera a la Dirección General de Agricultura y que asumiera al mismo tiempo otras competencias de la Comisión. Esos partidarios eran los mismos que alegaban que la estrategia «De la granja a la mesa» no logró suficiente apoyo debido a que las competencias dentro de la UE estaban demasiado fragmentadas, mientras que la principal estrategia agrícola de la Comisión presentaba una visión global sobre cómo llevar a término todas las transiciones. Desde esta óptica, la creación de una DG Alimentación se presentaría como la solución ideal para las instituciones por antonomasia, dado que la existencia de un gabinete de dirección específico facilitaría la toma de decisiones y permitiría ahondar en la estrategia «De la granja a la mesa» durante el próximo mandato.
¿Se trata de una mera preferencia de términos o de una reforma política fundamental? No nos engañemos: la creación de una DG Alimentación sería una respuesta anodina y simplista a un problema político real y complejo, como es el futuro de la agricultura dentro del Proyecto Europeo. Son varias las razones de peso para oponerse a esta propuesta, mucho más trascendentales que un mero debate terminológico o una reorganización administrativa corriente.
¿Quiénes abogan por la creación de una Dirección General de Alimentación? Algunos artículos recientes señalan dos grupos diferenciados: por un lado, ciertas ONG con sede en Bruselas, que comprenden tanto asociaciones de consumidores como grupos ecologistas y, por otro lado, las multinacionales alimentarias, representadas por la organización FoodDrinkEurope. Una coalición cuando menos extraña. No obstante, aunque sus argumentarios difieren, comparten el deseo de imponer un enfoque descendente en las reformas agrícolas. Sin embargo, esta es precisamente la misma ideología que condujo al fracaso de la iniciativa «De la granja a la mesa», en la que se fijaron unos objetivos demasiado originales y completamente alejados de la realidad sobre el terreno.
No cabe duda de quiénes están detrás de la propuesta de una DG Alimentación, ya que, como de costumbre, han obviado que la política agrícola no gira solo en torno a los alimentos. Como prueban las conclusiones del Consejo sobre la visión a largo plazo para las zonas rurales, los agricultores y las cooperativas agrarias no solo son la espina dorsal de la vida rural, sino que también son una fuente de energía verde, biomateriales, piensos y coproductos como los fertilizantes; es decir, contribuyen a la conservación de miles de empleos en las zonas rurales. Sin mencionar las contribuciones de otros sectores clave como la silvicultura, estrechamente vinculada a la agricultura. Algunos de los objetivos definidos para el sector agrario son también estratégicos para la UE: no olvidemos que, tras la invasión rusa de Ucrania, se aprobó el plan REPowerEU, por el que se exige un aumento drástico de la producción de biogás de aquí a 2030. Asimismo, cabe destacar que el biogás procede principalmente de la agricultura.
Por tanto, desde el punto de vista agrícola, crear una DG Alimentación conllevaría una reducción de nuestra apertura de miras, en lugar de una ampliación. Una ampliación que, además, resultaría conveniente para los eslabones río arriba de la cadena agroalimentaria. La estrategia «De la granja a la mesa» apenas ha incidido en estas fases de la cadena. No obstante y a pesar de ello, han sabido aprovechar las transiciones emprendidas por los agricultores. Por experiencias pasadas sabemos que siempre que se ha dado una oportunidad al experimento de la DG Alimentación, la voz de los agricultores ha quedado relegada a un segundo plano, en favor de la clase dirigente. Y en vista la política comercial de la Unión Europea, estos principios serán los que lleven la voz cantante: «o aceptan las medidas de transición que les pedimos (para nada se las estamos imponiendo) o importaremos sus productos». Sí, así lograremos reducir la huella medioambiental de la agricultura en Europa. Bruselas podrá vanagloriarse de ello, pero ¿a qué precio? Al de un aumento de las importaciones.
Por último, tratemos de plantearnos las preguntas adecuadas: si se crease una Dirección General de Alimentación, ¿se resolverían las principales deficiencias en la estrategia «De la granja a la mesa»? No. ¿Se realizaría un estudio de impacto global de las políticas aplicadas en el ámbito agrícola como parte del Pacto Verde Europeo? Probablemente no. Si la DG Alimentación estuviera al mando, ¿destinaría fondos a estas iniciativas? En absoluto. ¿Las propuestas de la DG Alimentación se adecuarían más a la realidad sobre el terreno? Parece aún menos probable. ¿La DG Alimentación sería capaz de resolver la falta de armonización entre la política comercial de la UE y las exigencias de la estrategia «De la granja a la mesa»? La respuesta vuelve a ser no. Así las cosas, parece lógico que algunos comisarios europeos tengan ciertas reservas al respecto.
Como sabemos de antemano cuál será la réplica de los que propugnan crear una DG Alimentación: «criticar es fácil; presenten propuestas», aquí les traemos algunas. Dado el actual contexto geopolítico, en el que nuestra seguridad alimentaria se ve socavada, es más importante que nunca apoyar a los productores y garantizar el relevo generacional. La posible adhesión de nuevos Estados miembros y su integración en el mercado común es una prueba más de que la Unión Europea no precisa reducir su actividad agrícola, sino impulsarla.
Para lograrlo, necesitamos una voz firme dentro del Colegio de Comisarios, una que asuma la Vicepresidencia en representación de las zonas agrícolas y rurales durante sus transiciones. El cargo en la Vicepresidencia garantizaría la coherencia de todas las propuestas que repercuten en la comunidad agraria y velaría por que la agricultura pueda contribuir a las transiciones sin dejar a nadie atrás, al tiempo que impulsa al máximo de explotaciones posible. Para evitar una desunión aún mayor entre los agricultores y la Comisión, proponemos asimismo que se refuercen los grupos de diálogo civil. Estos son foros esenciales para el debate y el diálogo entre los agricultores, la población rural, las ONG y los dirigentes europeos.
Basta de marear la perdiz con reformas administrativas constantes. Centrémonos en el meollo del próximo diálogo estratégico que solicitó la presidenta de la Comisión, la Sra. Ursula von der Leyen.
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