25 DE marzo DE 2024
Robert Savé Monserrat, investigador emérito del IRTA
Todo el mundo busca agua, ya que la sequía pese a hacer paradas, como las debidas a los últimos episodios que han llegado al levante en estos últimos días, aumenta, y no parece que por las previsiones a corto medio plazo la situación se revierta, apareciendo entonces demandas y ofrecimientos, ambos con una gran honestidad y absoluta necesidad, pero también desde la más radical atemporalidad.
Claro que no hay agua, es evidente dónde está, pero el hecho de convertirla en recurso requiere muchas cosas que se pagan con dinero, que como expresa el dicho popular, son, por tanto, baratas.
Hace falta tecnología, infraestructuras, cambios legislativos, generación de mancomunidades de usuarios o regantes, mesas sectoriales... todo lo que requiere mayoritaria y simplemente dinero.
Hay, pero algo que no se puede comprar y es primordial para resolver el problema de la sequía y la emergencia social que plantea, el tiempo.
El tiempo para asumir el problema, focalizarlo, ponderarlo, generar soluciones, construirlas, contrastarlas y, al fin, hacerlas operativas de acuerdo con los objetivos por los que se han planteado.
Para tener tiempo, que desaparece como el agua en un cesto de mimbre, hay que prestar atención a las cosas y hechos, ya que no hay demasiadas opciones para tratar de acompasar las actuaciones al mismo.
Así en la península Ibérica, desde 1980 el agua media disponible se ha reducido un 12% y las proyecciones indican que en 2050 puede haber una disminución adicional de entre el 14 y el 40%. Todo lo cual está perfectamente referenciado en el reciente, pero cada vez menos informe del Mediterráneo MAR 1 MedeCC del 2020.
Esta situación explicada y conocida por todos, parece que por fin trata de solucionarse, ya que se ha tomado conciencia de que no se puede garantizar el abastecimiento para el agua de boca o para usos económicos dependiendo exclusivamente de la precipitación, como es el caso de la lluvia en los secanos, los embalses y las aguas subterráneas, y por tanto, hay que considerar las aportaciones adicionales como son el agua desalada y la reutilizada.
La disponibilidad de las aguas superficiales y subterráneas depende del balance entre la precipitación, la evaporación y las extracciones. Sin embargo, en lo que se refiere a los acuíferos, los planes pretenden asegurar que la utilización de sus aguas no supera la capacidad de regeneración, ya que, además, actualmente, el 40% de los recursos subterráneos están en mal estado de conservación.
También, se conoce la necesidad de necesario invertir más en saneamiento y depuración, ya que España sigue pagando multas coercitivas por retraso en el cumplimiento de sus obligaciones al respecto y todavía existe un número importante de expedientes de infracción abiertos por parte de la Comisión Europea. Una depuración adecuada significará también contener nitratos y pesticidas y otros contaminantes emergentes como micro plásticos o antibióticos, para que el agua esté en buenas condiciones de uso y para ser reutilizada.
Además, el Gobierno de España focaliza un sobreesfuerzo en las cuencas más secas del Levante, donde se plantean realizar inversiones adicionales y un seguimiento exhaustivo del calendario de actuación a través de una comisión bilateral con cada una de las comunidades autónomas afectadas, Andalucía, la Comunidad Valenciana y la Región de Murcia (www.lamoncloa.gob.es/ consejodeministros/resumenes/Paginas/2023/240123-rp-cministros.aspx).
Siempre i en cualquier lugar la gestión del agua requiere una de una mirada transversal, dinámica e integradora del todo su ciclo, especialmente debido a un clima mediterráneo que alterna sequías recurrentes con fenómenos climáticos extremos y frente a los riesgos y los impactos actuales y previsibles a causa del cambio climático. Esto implica que las políticas, medidas e inversiones deban ser constantes y revisables cada seis años, tal y como prevé la Directiva marco del agua desde el año 2000.
Sin embargo, cada día estoy más convencido de que la sequía no es un problema de falta de lluvia y de incremento de evaporación, excepto en los secanos sin apoyo hídrico, es mucho más, es un modelo socioeconómico que considera un recurso potencialmente de todas y todos, como un articulo de consumo y negoció.
Así, respecto a cuándo se hizo el plan hidrológico original en los años 2001 y 2005 (www.miteco.gob.es/gl/agua/temas/planificacion-hidrologica/planificacion-hidrologica/plan-hidrologico-nacional.html) , que ahora en 2023 se ha modificado (www.miteco.gob.es/es/agua/temas/planificacion-hidrologica/planificacion-hidrologica/pphh_tercer_ciclo.html), somos más personas con un estándar de vida que requiere mucha agua, un sector turístico creciente todo el año, pero mayoritariamente de verano, , un modelo de urbanización inmenso y sin freno... y con unas regulaciones ambientales, absolutamente necesarias, que requieren agua (caudales ecológicos, disolución contaminantes, lucha con los incendios forestales...).
Ahora, todo el mundo es consciente, que incluso los secanos dependen del agua, y que cuando ésta no viene simple y directamente de la lluvia, debe obtenerse de fuentes con una gran competencia con otros sectores.
Para hacer frente a esta situación, el movimiento y posicionamiento del sector primario, es clave para contrarrestar, complementar, ponderar, la visión, y muchas veces gestión, que desde la administración, se hace con una visión exclusivamente ambientalista, que plantean políticas que muchas veces no van más allá de la conservación, ignorando, fenómenos ecológicos como la transición, que marca el cambio hacia nuevas realidades, que ya están y estarán.
También, debe posicionarse frente a los defensores del crecimiento sin más, como ideal de mejora social, cuando dos siglos con este modelo socioeconómico han mostrado justo lo contrario. Es un grupo poderoso, que refuerza sus propuestas en una tecnología absolutamente dependiente y depredadora de recursos, y mucha tibieza, si no infravaloración del cambio climático.
Seguro que los que tienen que hacer, hacen lo que pueden, pero todavía no se ha hecho un plan de actuación conjunta con la ciudadanía, posiblemente, porque no hay objetivos compartidos, más allá de los sectoriales, quizás porque no hay una idea clara y comprometida entre todos, de cómo debe ser y estar gestionada la península Ibérica.
Parece que la cuarta dimensión, el tiempo, como medida de actividad, de vida, nos sobre y desgraciadamente no es así, es justo lo contrario, este corre siempre más de lo que deseamos, sobre todo si se pretende hacer algo de manera individual.
Solo el trabajo colaborativo, empático, científico, comprometido con sentido común y sobriedad, pueden permitir sinergias, que ganen tiempo al tiempo, y por ende, ofrezcan soluciones viables a los problemas reales.
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