La manta

Robert Savé Monserrat, investigador emérito del IRTA

Por fin, parece que todo el mundo o casi, está preocupado por la sequía y animado para buscar y aplicar soluciones para a la misma.

Sin embargo, hay al menos dos aspectos relacionados que deben tenerse en cuenta, uno es el tiempo, y otro la resiliencia actual del sector vitivinícola, de todos y cada uno de sus componentes (vid, finca, bodega, producto vitícola, trabajador, propietario, industria auxiliar, distribuidor, comprador...)

El tiempo condiciona las soluciones, ya que hay las que deben aplicarse sin ningún tipo de dilación, en unas vides secas sobre unos campos sin agua, y que ya están indicando la brotación debido a las altas temperaturas. Otras que requieren ayudas para mantener la situación agrícola territorial como mínimo, en el tiempo de transición hacia nuevas situaciones, si se cumplen plazos y promesas, que así y todo están a años vista, para ser reales y funcionales fuentes de agua.

La resiliencia es la capacidad de adaptación y recuperación del funcionalismo respecto a una perturbación, durante y una vez esta ha finalizado. Lo cual, en las condiciones actuales es muy difícil de alcanzar, tanto por problemas internos (precios de compra y venta, años de pérdidas, poca capacidad de endeudamiento para realizar transformaciones tecnológicas...) y externos (gran mercado global y cambios de hábitos de consumo).

Puede resultar complicado , estresante, pero es la realidad, y como en tiempos de la filoxera, no sólo hay que cambiar el recurso, que entonces fueron las cepas americanas y ahora el agua, que será de procedencias muy variadas (subterránea, desalada, depurada/regenerada, lluvia, embalses), y que con mucha probabilidad, no será suficiente para todo y todas las situaciones, lo cual conlleva de una manera necesaria a una reorganización del sector, del que, dónde, quién, cómo, porqué, cuándo y cuánto...

La situación actual del sector vitivinícola muestra un símil con la historia de la manta, en la que primero hay que asumir que se debe compartir, después que no es suficiente para cubrir por igual a todos los que tratan de cubrirse, y al fin, el grupo debe organizarse para generar el máximo confort para el mayor número posible de usuarios.

Parece que vienen tiempos de cambios agronómicos, pero sobre todo estructurales organizativos, ya que el bien común, quiere un sector vitivinícola resiliente, al fin, un paisaje de un millón de hectáreas vivo y activo.