24 DE marzo DE 2025
Francisco Martínez Arroyo, vocal asesor en Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación
Comienzo con una perogrullada: vivimos tiempos muy convulsos. De gran incertidumbre. De forma muy especial, en el comercio mundial, en el que, cada día, nos despertamos con un anuncio distinto -a veces incluso varios contradictorios- del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, imponiendo nuevos aranceles a los productos que, desde cualquier rincón del mundo, entran en el mercado estadounidense.
A la vista de las amenazas constantes de Trump que, cada vez más, ponen en cuestión la supuesta condición de aliados entre Estados Unidos y la Unión Europea (UE) y sus Estados Miembros -representantes, hoy más que nunca, de la democracia y el sentido común a nivel mundial-, la presidenta de la Comisión Europea, Urusula von der Leyen, ha dado un golpe encima de la mesa -muy poco habitual en el ejecutivo comunitario, pero muy bienvenido en las actuales circunstancias de la geopolítica y comercio mundiales- respondiendo de forma muy contundente, pero también medida, por los productos a gravar: aranceles por valor de unos 26.000 millones de euros a los productos exportados desde Estados Unidos a la UE. Entre los productos a gravar figuran algunas categorías agroalimentarias, entre las que destacan los lácteos, la carne de vacuno y de ave, los frutos secos, el azúcar o los huevos.
La UE responde de esta forma al anuncio previo de Trump de gravar los productos agroalimentarios europeos con un 25% de arancel a partir de abril. Es un anuncio genérico que debe concretarse, pero que se une a los aranceles, también del 25%, ya en vigor desde el 4 de marzo, para el aluminio y el acero europeos.
La “guerra comercial” no ha hecho más que empezar, y el anuncio más sorprendente de Trump, en respuesta a los aranceles que prevé la UE para los productos de Estados Unidos, ha sido el de imponer aranceles de, nada menos, que el 200% al vino y otras bebidas alcohólicas europeas.
Estos constantes fuegos de artificio de Trump, y las medidas que finalmente se concreten, constituyen un verdadero obstáculo al comercio entre dos gigantes, la UE y Estados Unidos, y afectarán previsiblemente a los consumidores de ambos lados del Atlántico, con más inflación y una contracción de la economía, como ya ha anunciado la OCDE.
A nivel comunitario, Estados Unidos es el segundo socio comercial en materia agroalimentaria (supone el 12% de todas las exportaciones agroalimentarias extracomunitarias, a mucha distancia del primer socio comercial de la UE, el Reino Unido, que supone el 22,6% del total, pero muy por delante del tercero, que es China, con un 6,4%). La UE exportó a este país por valor de 27.180 millones de euros en 2023 (últimos datos oficiales de las estadísticas comunitarias), cifra un 6,2% inferior al valor de las exportaciones en 2022, pero un 27% superior al dato de 2020.
La balanza comercial es extraordinariamente positiva para la UE, 15.436 millones de euros, al haber supuesto las importaciones, 11.744 millones de euros, un 23% más que en 2020.
Tanto las exportaciones como las importaciones siguen una línea ascendente, lo que indica la fortaleza de esta relación comercial, que puede verse afectada, en gran medida, por los aranceles, si es que, finalmente, se concretan.
Acercando la lupa a los datos, el sector del vino es el primero en valor de las exportaciones europeas a Estados Unidos, representando el 17,3% del total (4.699 millones de euros), por delante de los licores y bebidas espirituosas, con el 10,1% (2.758 millones de euros), ambos, potencialmente afectados, muy negativamente, por el anuncio de aranceles del 200%.
De entre los Estados Miembros de la UE, España tiene un peso relativamente pequeño en las exportaciones agroalimentarias a Estados Unidos, 2.775 millones de euros en valor en 2023, un 10% de todas las ventas europeas.
Pero conviene situar aún más estas cifras en contexto. El año 2024 (datos para España conocidos en el mes de febrero) cerró con cifras récord para el comercio agroalimentario español, tanto en las ventas al exterior, que alcanzaron un valor de 75.090 millones de euros -un incremento del 5,8% respecto a 2023-, como en la balanza comercial positiva, que fue de 19.232 millones de euros -un 21% más que en 2023-, lo que demuestra la competitividad y fortaleza de nuestro sector.
Estados Unidos supuso apenas un 4,6% del total de las ventas españolas al exterior (3.510 millones de euros), a gran distancia de Francia -nuestro principal destino-, a la que vendemos más del triple que a Estados Unidos, Alemania, Italia, Portugal, o incluso, Reino Unido -nuestro primer destino extracomunitario- al que exportamos productos agroalimentarios por valor de unos 5.000 millones de euros (un 43% más que a Estados Unidos).
En 2024 se incrementó extraordinariamente el valor de nuestras exportaciones al mercado estadounidense, un 23% respecto a las de 2023, mientras que, en volumen, el incremento fue sólo de un 8%. Estas diferencias se deben, principalmente, al aumento del precio unitario (euros/litro) del aceite de oliva, uno de nuestros primeros productos en la exportación al mercado estadounidense, con más de 1.000 millones de euros en valor, por delante del vino, unos 335 millones de euros, y las aceitunas de mesa, con un valor de 200 millones de euros -entre las tres categorías suman más del 50% de todas las exportaciones agroalimentarias a Estados Unidos-.
Así pues, el anuncio de Trump de gravar los productos agroalimentarios europeos afectaría de manera directa sólo al 4,6% de todas nuestras exportaciones, pero de forma muy grave al vino -si se concreta el arancel del 200%, todo el vino europeo se convertiría en un producto de consumo muy minoritario en Estados Unidos-, al aceite de oliva y a las aceitunas de mesa.
En definitiva, los aranceles y la incertidumbre cada vez mayor sobre las reglas del comercio mundial, no benefician a los productores ni a los consumidores europeos, y españoles. En el caso de España son tres los subsectores más afectados, de manera muy especial el vino.
En situaciones como la actual, la UE debe mostrar de nuevo su compromiso con el comercio mundial y con el respeto a las reglas de juego, impulsando -y aplicando- acuerdos comerciales como el alcanzado con Mercosur, con otros socios, que generen crecimiento económico, confianza en los ciudadanos y que fortalezcan el proyecto común que representa la Unión Europea.
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