7 DE noviembre DE 2024
Robert Savé. Investigador emèrit de l'IRTA Viticultura & Canvi Climàtic
El sector agroalimentario del primer mundo, y en este la viticultura, está sometido a muchas presiones, posiblemente más mediáticas que reales, respecto de su incidencia en la calidad alimentaria.
Concepto perfectamente definido por el MAPA como, “La calidad alimentaria es el conjunto de propiedades y características de un producto alimenticio o alimento relativas a las materias primas o ingredientes utilizados en su elaboración, a su naturaleza, composición, pureza, identificación, origen, y trazabilidad, así como a los procesos de elaboración, almacenamiento, envasado y comercialización utilizados y a la presentación del producto final, incluyendo su contenido efectivo y la información al consumidor final especialmente el etiquetado ” (https://www.mapa.gob.es/es/alimentacion/temas/control-calidad/), pero que está continuamente bajo sospecha subjetiva, a consecuencia de verdades sin matizar, medias mentidas, mentidas totales,…, todo lo cual, incluso desarrollado desde la buena voluntad, incide en la confianza del consumidor, promoviendo entre un 30 y un 45% de duda negativa respecto del producto alimentario, totalmente apto para consumo.
Además, el sector vitícola está en el punto de mira de los organismos vinculados a la sanidad pública, ya que la OMS describe el alcohol como un toxico y una droga (https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/alcohol), a lo que nada hay que objetar en general, pero si en particular, cuando se considera el valor global del concepto salud.
Desde hace años se sabe, siguiendo al IPCC (https://www.miteco.gob.es/ca/ceneam/recursos/mini-portales-tematicos/cclimatico/informe_ipcc.html), que el cambio global causado por un sistema socioeconómico, como mínimo injusto, y el cambio climático como su derivada, especialmente grave en el mundo mediterráneo, promueven importantes problemas de salud individual y social (https://www.medecc.org/wp-content/uploads/2021/05/MedECC_MAR1_SPM_SPA.pdf).
En este contexto, el sector vitivinícola estrecha y queridamente ligado a un territorio es uno de los sectores agrícolas más afectados.
Pero como se dice, no hay noche sin día, es decir las situaciones y sus soluciones son poliédricas, son mayoritariamente complejas y en muchas ocasiones nuestra conducta las complica. Así la OMS (1948) define la salud, diciendo que “es un estado de bienestar físico, mental y social completo, y no sólo la ausencia de afecciones o enfermedades".
Atendiendo a la misma, no se pretende ignorar o reducir los peligros del alcohol, pero sí que se intenta poner en valor los productos vínicos, no entrando en la valoración de procesos metabólicos en la salud (https://www.sanidad.gob.es/areas/promocionPrevencion/alcohol/home.htm), que se aceptan y asumen, sino tratando de considerar la salud también desde la perspectiva de sostenibilidad económica y cultural, ya que la reducción o supresión del sector vitivinícola, promoviendo menores producciones al restringir la demanda, tiene un gran potencial negativo en la población al favorecer el despoblamiento rural en paralelo con el crecimiento metropolitano, y consecuentemente efectos en la salud social, e individual.
Hace falta pues, cautela en las valoraciones, que se hacen respecto de productos, industrias..., ya que la vida, toda ella es muy compleja, es mucho más que una simple relación causa/efecto, y por tanto la ponderación, la moderación, la objetividad y el sentido común, deben ser el marco y sustrato donde se hagan las valoraciones de sectores, productos, poblaciones..., al final, de la sociedad y los individuos que formamos parte y le damos estructura y funcionalidad.
Es importante para la sostenibilidad, concepto extraño e irreal, pero que nos ayuda a entender que nuestra sociedad está basada en tres pilares el económico, el cultural, y el social, que procura el mantenimiento de la población funcional y positivamente activa en el paisaje.
Los cuales son los que promueven y sustentan nuestro modelo de seguridad y soberanía alimentaria, que se quiera o no será necesario asumir, dada la objetivamente clara información respecto a que en 2050 se prevé una reducción media de un 17% en la disponibilidad de alimentos asociada al cambio climático en el mediterráneo.
La falta de productividad agrícola en el campo, especialmente en los secanos, llevará a su despoblamiento y al crecimiento y densificación de las áreas metropolitanas con los consecuentes problemas de salud individual y social.
En el primer mundo, donde tenemos la suerte de vivir, en alimentación y salud, todo es demasiado complejo, para tener explicaciones sencillas, además, como la historia nos ha mostrado, todo acto, decisión tiene efectos queridos o no, por tanto, la ciencia, la cultura y el sentido común, son y serán primordiales para desarrollar soluciones de alcance holístico.
Qcom-es © 2024 | Todos los derechos reservados