3 DE junio DE 2021
Ricardo Migueláñez. @Rmiguelanez
Ignoramos qué porcentaje de responsabilidad se debe achacar a la pandemia de Covid-19, pero la realidad es que el consumo nacional de carne, que había seguido una suave tendencia descendente desde hace ya varios años, repuntó un 6,6% en volumen en relación al año anterior, sobre todo en el canal doméstico, según los datos oficiales del Ministerio de Agricultura, que dio a conocer Ana Mendoza, jefe de Área de Análisis de Consumo de la Subdirección General de Promoción de Alimentos de España de este departamento en un reciente seminario web sobre “La ganadería frente al consumidor”, organizado recientemente por Cooperativas Agro-alimentarias de España.
Aunque se ha detectado un estancamiento o incluso un descenso del consumo de carne en los últimos años, es cierto que el 97,5% de los hogares compra carne, aunque solo sea alguna vez. El pasado año el consumo de carne, tanto dentro (94% del total), como fuera del hogar se elevó a 2.432,4 millones de kilos (más de 2,43 millones de toneladas), de los que 2.305,3 millones se consumió en el hogar y 127,2 millones en el canal extra-doméstico. De toda la carne consumida, 1.783,7 millones de kilos correspondieron a carnes frescas.
Si nos atenemos al consumo de carne dentro del hogar, los ratios son más favorables en el año de la pandemia, porque en gran parte de 2020 la hostelería y la restauración estuvieron cerradas o sujetas a fuertes restricciones para evitar la expansión del coronavirus, lo que condicionó de forma determinante la demanda de consumo en este canal.
De acuerdo a los datos oficiales del MAPA, el consumo doméstico creció en volumen un 10,5% y en 218 millones de kilos, situándose en algo más de 2.305 millones de kilos, que es el mejor dato de los seis años anteriores y está cerca al alcanzado en al año 2013 (2.389 millones). De este volumen, el consumo de carnes frescas en el hogar subió un 10,8% y en 163 millones de kilos, hasta 1.674 millones (cifra algo por debajo a los 1.689 millones de 2015).
En valor, el aumento del gasto en todo tipo de carnes fue del 12,9% y de 1.845 millones de euros más, pasando de 14.315 millones a 16.160 millones, la cifra más elevada desde 2008 (16.212 millones de euros). En carnes frescas, ese aumento fue también del 12,9%, con 1.206 millones de euros más, hasta sumar 10.533 millones, la cifra más elevada desde el año 2010 y, posiblemente también récord histórico.
El mayor volumen de carne consumido corresponde a las carnes frescas, con un 72,6% en 2020 (74% en 2010), mientras que otro 24,8% fueron carnes transformadas (23,1% en 2010) y el 2,6% restante carnes congeladas (2,9% en 2010).
La cuota por tipos de carnes frescas la encabeza la carne de pollo, con un 37,7% (37,2% en 2010), seguido de la carne de cerdo, con un 30,2% (28,5% en 2010); la carne de vacuno, con un 14,8% (17,2% en 2010); la carne de ovino y caprino, con un 4% (5,7% en 2010); otras carnes frescas (pavo, pato, equino…), con un 8,4% (6% en 2010); la carne de conejo, con un 2,6% (3,5% en 2010); las salchichas frescas, con un 1,1% (1,6% en 2010) y otras carnes/despojos, con un 2,4% (2% en 2010).
Tras años en ligero, pero continuo descenso, el consumo “per capita” (persona y año) invirtió esa tendencia, subiendo hasta los niveles medios de 50 kilos consumidos por habitante de los años 2015 y 2016, pero aún debajo de los primeros cinco años de la década de 2010.
Repunte anual
Todas las carnes frescas perdían consumo, algo más acusado en carne de vacuno y en el pollo en los últimos cuatro años y, sin embargo, todas repuntaron en 2020. El número de compradores se mantuvo sin cambios, aunque aumentó ligeramente en los de carnes frescas, concentrando el consumo “per cápita” en la mitad superior de la Península Ibérica y Baleares.
Algo más de una cuarta parte de las ventas totales continuaron realizándose en las tiendas tradicionales, frente al 67% que tuvo lugar en los denominados canales dinámicos (supermercados…), quedando otro 7% para el resto de canales de distribución, como las ventas por Internet, en la que las frescas subieron con fuerza desde cotas aún muy bajas.
Las personas que comían carne representaron el pasado año un 96,3% de la población total. El consumo de carne se concentró principalmente en las clases alta, media alta y clase media, con un peso superior a su cuota poblacional, aunque sin grandes variaciones en relación a los últimos años. El mayor porcentaje (casi un 33% del total) de los que comen carne tienen entre 50 y 64 años de edad (28,3% de la población), mientras que en los menores de 35 años solo la ingieren un 8,2% del total. Los de 35 a 49 años (31,2% de la población) la consumieron en un 32,3% del total y entre los de 65 o más años (29,5% de la población) un 26,6% del total.
El 2020 fue, sin duda, un año “muy atípico” por la crisis sanitaria del Covid-19 en España, que tuvo un consumo de carne en volumen por encima del logrado en el año anterior, con dos picos importantes de compra, que coincidieron primero con la declaración del estado de alarma y el estricto confinamiento (marzo-abril) y después con la llegada de la “segunda ola” de Covid-19, tras el verano (septiembre-octubre).
Tras la declaración del estado de alarma en el país y el aumento de compras, el consumidor hizo acopio de carnes de cerdo y de pollo, mientras que el ovino y caprino creció en ventas, pero después, posiblemente por el llamamiento al consumo y el crecimiento de la venta online o por Internet. También hubo un incremento en el último año de la típica barbacoa.
La carne cobró mayor relevancia en el consumo alimentario en los hogares españoles durante la pandemia, gracias probablemente al aumento del tiempo disponible para cocinar en casa y a un crecimiento de la compra por Internet (“delivery”), mientras que el consumo extra-doméstico se desplomó por las restricciones en el canal Horeca durante el estricto confinamiento, pese a que luego se fue recuperando paulatinamente.
Tendencia y dietas
Según estos datos del MAPA, entre las dietas, se observa un aumento de la tendencia de lo que se ha llamado por los consumidores “comida real” (“real food”), que ven la carne como un producto natural y muestran preferencia por los productos de temporada y de proximidad, así como por el “slow food” (consumo de productos de calidad diferenciada, no procesados o elaborados en exceso, de temporada, más vegetales, con distinción de origen y proximidad de las materias primas…).
Aunque el consumo sostenible de alimentos es aún minoritario en España, un alto porcentaje, en especial entre los que muestran un alto compromiso con el medio ambiente, estaría dispuesto a pagar más por alimentos que respeten el bienestar animal (un 67,9% del total en los comprometidos con el medio ambiente, un 53,2% en los no comprometidos); por productos ecológicos o biológicos (un 50,4% entre los comprometidos, frente al 42,2% de los no comprometidos) o porque no estén envasados en plástico desechable (59,5% y 43,7%, respectivamente).
Durante el seminario se hizo hincapié también en diversos aspectos de interés relacionados con el consumo de carne, como el hecho de que los ganaderos están dispuestos a acercarse a la actitud de los consumidores, adaptándose a los cambios en el modelo productivo y a los nuevos planteamientos y recomendaciones respecto a una mayor sostenibilidad, como exige el Pacto Verde Europeo (Estrategias “De la granja a la mesa” y “Biodiversidad”).
También que la tendencia es la de ir hacia un consumo de carnes de mayor calidad y que el consumidor debe estar totalmente informado sobre esto, principalmente cuando la ingesta se realiza como cliente en el canal de hostelería y restauración. Eso conlleva enseñar también al hostelero para que transmita la calidad de los productos, su origen y de qué forma son presentados al consumidor.
Como viene siendo habitual, el consumidor relaciona calidad con salud y valora mucho el sistema de producción y la cercanía al origen o lo local (productos de la tierra), unos conceptos que enlazan con su consideración sobre sostenibilidad y que busca también identificar en el etiquetado.
Los consumidores parecen que estarían dispuestos a pagar incluso más por esos productos cuando las circunstancias (el bolsillo) lo permitan, siempre que alguien certifique o garantice que tienen un valor adicional en sostenibilidad y origen.
Comunicación y formación
En este encuentro se detectaron entre los participantes puntos de vista coincidentes en lo relativo a la relación de la ganadería (producción), con el consumidor. Entre éstos, que sería necesario una mayor formación de los profesionales respecto al tratamiento y conocimiento de los productos de la carne; que se debe apostar por una información clara, precisa y diferenciadora en el etiquetado de la carne y sus productos.
También se debe realizar un refuerzo de la comunicación que llega al consumidor, no sólo para desmentir falsas informaciones y bulos (“el sector de la alimentación recoge más del 30% de las “fake news”, y una información positiva tiene menos recorrido que una negativa”, según Fernando Moner, presidente de CECU), sino también para que se centre en los beneficios que aporta a la sociedad el mantenimiento de una ganadería respetuosa con el medio ambiente, con los ecosistemas y sus recursos, con la fertilización del suelo, etc. y que, además, es también sostenible desde el punto de vista social (reto demográfico).
En resumen, “todos aquellos aspectos que incidan y estén relacionados con la sostenibilidad y la seguridad alimentaria van a suponer -están suponiendo- una oportunidad para los operadores de incrementar el valor de sus productos”, según Fernando Martín, secretario general de Hispacoop.
Respecto al etiquetado, se considera que conocer el origen de un producto es un factor fundamental a la hora de realizar la compra (“Hoy en día, que podemos adquirir alimentos de cualquier parte del mundo, saber el origen es un derecho del consumidor, no sólo una obligación”, subrayó Fernando Moner).
Qcom-es © 2023 | Todos los derechos reservados