7 DE septiembre DE 2022
Ricardo Migueláñez. @Rmiguelanez
Los precios de los alimentos en la cesta de la compra podrían seguir subiendo, al menos, en lo que resta del año, según se desprende del informe publicado recientemente por el Banco de España (BdE), referido al “Aumento de los precios de las materias primas y su traslación a los precios de consumo en el área del Euro”.
Eso incluso sería así si los precios de las materias primas se mantienen estables, vaticinando que los precios de venta en el supermercado podrían elevarse a un ritmo del 18% anual, frente al 12,9% que han venido subiendo hasta este momento.
Aunque el informe hace referencia al área Euro, sus conclusiones, con matices propios, son aplicables también a nuestro país, donde el peso de la alimentación en el Índice de Precios de Consumo (IPC) es más elevado que en la media comunitaria.
Para el BdE, el incremento de los precios de las materias primas alimentarias, que se ha venido observando a escala global desde 2021, está repercutiendo de forma intensa en los precios de consumo de los alimentos que afrontan los hogares de nuestro país y de la zona Euro y explica una parte importante del aumento de la inflación general en los últimos trimestres.
El análisis apenas entra a valorar las causas por las cuales se ha llegado a esta situación, aunque sí nombra como de pasada la recuperación de la demanda, tras el periodo más álgido de la pandemia de Covid-19 y, por supuesto, la situación creada a partir de la invasión rusa de Ucrania que ha llevado a alzas desorbitadas de los precios de la energía (gas natural, petróleo, electricidad…) y a su traslado en mayor o menor medida a la economía en general.
El informe del BdE no entra a valorar, por ejemplo, los efectos que el actual periodo de sequía ha tenido, está teniendo y va a tener en la insuficiencia de la oferta y, por tanto, en el tensionamiento de los precios de algunas de las materias primas que luego se transforman en alimentos básicos en nuestra cesta de la compra.
En la fecha que se hizo el análisis, los efectos de esta adversidad meteorológica eran ya claros, pero ahora ya en este mes de septiembre, es una de las mayores preocupaciones que debería tener el Gobierno de nuestro país a corto y medio plazo. Una grave sequía que no solo afecta a España, sino también a buena parte de Europa, como Francia, Alemania o Italia.
Al margen de esta consideración clave, que no hace sino poner más sal en la herida abierta de la inflación, el BdE destaca que el incremento en la actualidad de las partidas alimentarias es más generalizado que el observado en otros momentos históricos de tensión en estos mercados.
Aunque con algunos vaivenes en algunas materias primas, los precios de éstas han seguido subiendo y, teniendo en cuenta un cierto decalaje en su traslación a los precios de los alimentos, podrían acelerar su escalada en la segunda mitad del segundo año, advierte el Banco de España.
Los resultados de un modelo econométrico, aplicado por los analistas del BdE, revelan que un aumento transitorio de un 10% en la tasa de variación de los precios de las materias primas alimentarias repercuten en una subida de la inflación total del área Euro (IAPC) de unas tres décimas al cabo de doce meses.
Ritmo acelerado
Para esta institución, es muy probable que los precios de los alimentos que, en el momento del análisis (junio), ascendían ya a un ritmo de casi un 13% anual, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), se eleven hasta el entorno del 18% en los próximos meses. Aclara, eso sí, que “si se asume que no se producen perturbaciones adicionales hasta finales del año corriente ni sobre los precios de las materias primas de los seis grupos de alimentos, ni sobre los precios de producción y consumo de estos, la inercia de las perturbaciones ya materializadas hasta mayo llevaría a un aumento adicional de 5 puntos porcentuales en la tasa de variación del IPC armonizado de alimentos de alimentos del área Euro en la segunda mitad de 2022.”
¿Podría calificarse el actual periodo extremo de sequía como una “perturbación adicional”? En las actuales circunstancias, seguro que sí, pues se ve ya que está incidiendo en las producciones de determinadas cosechas, como cereales, girasol, aceituna y aceite de oliva, cultivos industriales y forrajes que no pueden ser regados, frutales, cítricos y frutos secos…etc., y podría incidir en la próxima sementera y en el nuevo ciclo agrícola si no llegan lluvias suficientes en otoño-invierno y en primavera. Se trata de un factor adverso adicional, que se suma al fuerte incremento de los costes de producción agrarios, debido al alza de precios de la mayor parte de los insumos (energía, fertilizantes, electricidad, fitosanitarios, transporte…).
Con todo, el BdE recuerda que el peso de los alimentos en la cesta de la compra determina en gran medida el impacto heterogéneo del aumento de los precios de los alimentos de las materias primas alimentarias en los distintos países de la zona Euro. Mientras que en esta área el peso se sitúa en el 17% y los alimentos han contribuido (fecha del informe) 0,9 puntos porcentuales en promedio en los últimos tres trimestres, en España el peso asciendo al 22% y la contribución promedio ha sido de 1,4 puntos porcentuales. De acuerdo a la información hasta junio de este año, la contribución de los alimentos a la tasa de IPC general fue de 2,9 puntos porcentuales, frente a 1,7 puntos en el área Euro. Y esta tendencia se ha acentuado en estos meses de verano.
El BdE se muestra cauteloso, cuando indica que “los resultados (de su análisis) deben tomarse como una cota inferior de los efectos sobre la inflación, dado que la transmisión es más elevada en ciclos de aceleración de los precios de las materias primas e inferior en periodos de desaceleración de estos”, añadiendo que “aunque los mercados de futuros apuntan a una cierta tendencia a la baja en los próximos años”, la guerra de Ucrania (y también la sequía, añadimos) seguirá tirando de los precios de los alimentos y de los insumos necesarios para su producción, como energía y fertilizantes).
El efecto amortiguador de la PAC
Para esta institución, la Política Agraria Común (PAC) tiene en la Unión Europea un efecto amortiguador en la transmisión de las perturbaciones en los mercados globales de las materias primas alimenticias a los precios internos de éstas.
Esta traslación se produce, según el BdE, de manera gradual, reflejando el hecho de que los productores a lo largo de la cadena de valor y los vendedores minoristas inicialmente absorben y, progresivamente, repercuten, el encarecimiento de las materias primas alimenticias en los precios al consumidor final.
Además, esa traslación no es homogénea, sino que presenta cierta heterogeneidad según productos, siendo más rápida para la carne y las grasas y aceites y más lenta para los cereales, quizás en este último caso como consecuencia de los plazos más largos de procesado, distribución y comercialización, señala esta entidad.
Hay que indicar, con todo, que no es nueva la tesis, cada vez más extendida, de que las ayudas de la PAC la reciben agricultores y ganaderos, pero que quienes realmente se las cobran son los siguientes eslabones de la cadena de valor –e incluso los anteriores fabricantes de insumos- actuando sin demasiadas contemplaciones (salvo que exista una fuerte restricción de la oferta por causa de fuerza mayor) sobre los precios de compra de las materias primas alimenticias (o sobre los costes de producción o precios de los inputs).
Incertidumbre elevada
Los precios de referencia de estas materias primas en la UE se han situado en rangos de variación históricos más moderados que los precios internaciones. Esto se observa con particular claridad en los lácteos, huevos o en el azúcar y, además, tienden a ser menores que en los mercados internacionales, apunta el BdE.
Tras su análisis, la entidad concluye que la evolución futura de los precios de los alimentos es “muy incierta” y “está sujeta a una elevada incertidumbre”, lo que es lo mismo que decir que no se sabe muy bien por dónde tirará o qué viento la orientará. “La continuidad del conflicto derivado de la invasión rusa de Ucrania seguirá ejerciendo”, indica el BdE, “presiones inflacionistas sobre estos precios, tanto directas, como indirectas.”
El BdE señala que estos países, por una parte, son importantes productores de materias primas alimenticias, como cereales y oleaginosas, y sus capacidades de producción y exportación se encuentran significativamente limitadas. Por otra, “el conflicto está afectando a los precios de la energía y de los fertilizantes, que son dos suministros cruciales en los procesos de producción de las actividades agrícolas” (qué son los alimentos, sino otra forma de energía procesada que necesitamos para continuar viviendo, a partir del uso y la utilización de otras energías –materias primas alimenticias, insumos-).
Sequía y otras adversidades
En su análisis, esta institución indica que “la escalada de precios y las disrupciones en la oferta proveniente de Rusia y Ucrania, junto con algunos desarrollos climáticos adversos (aquí se supone que sí contempla sin concretar el fenómeno de la sequía, sin abundar en el mismo), está llevando a algunos países a prohibir o a imponer restricciones a la exportación de algunas materias primas alimenticias, lo que supone un tensionamiento adicional de las cadenas globales de suministro de alimentos, con el potencial de generar aumentos adicionales muy persistentes en los precios internacionales.”
Sea como fuere, la realidad es que es muy difícil augurar cómo podrían evolucionar los precios de los alimentos en la cesta de la compra en estos próximos meses, aunque no parece que existan argumentos (o que estos sean suficientes) como para pensar que se van a orientar a la baja.
Además de la persistencia del conflicto bélico (de difícil resolución en la actualidad) entre Rusia y Ucrania, con sus repercusiones sobre los precios energéticos, hay que tener muy en cuenta las consecuencias que está teniendo y va a seguir teniendo sobre la oferta de materias primas alimenticias este periodo extremo de sequía que vive España y buena parte de Europa.
Al contrario de lo que pudiera parecer o pensarse, el incremento de buena parte de los precios de algunos productos agrarios no está beneficiando a los productores, debido a que éstos se ven incapacitados para trasladar directa y linealmente la fuerte subida de sus costes de producción a los siguientes eslabones de la cadena de valor. Estas subidas de precios solo están contribuyendo a paliar la pérdida de rentabilidad en el sector primario. Unas pérdidas mucho más acuciantes si tenemos en cuenta el actual periodo de sequía en el que estamos inmersos.
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