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El punto de encuentro de la cadena agroalimentaria

Periódico Digital Qcom.es: El punto de encuentro de la cadena agroalimentaria

24 DE mayo DE 2021

España 2050: ...y seremos felices y comeremos perdices (o no)

Ricardo Migueláñez. @rmiguelanez

De entrada, seamos serios. El Informe presentado el pasado jueves 20 de mayo por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, titulado “España 2050: Fundamentos y Propuestas para una Estrategia Nacional de Largo Plazo”, de cerca de 700 páginas, es una reflexión bienintencionada y hecha seguramente con toda la profesionalidad del mundo por un valioso grupo de más de un centenar de colaboradores. Nada que objetar en ese aspecto y más si estamos ante un documento abierto, al que podrán incorporarse aportaciones y matices.

Otra cosa es que creamos también que el “momentum” elegido y la forma de presentarlo (primero se presenta y luego se pide o se ofrece diálogo nacional) no sea de los más oportunos y que termine pareciendo un evento más de marketing político, aderezado con la presencia en el acto de una nutrida representación del mundo empresarial y social.

Sánchez se puso, en esta ocasión, las gafas de ver de lejos (las de los miopes), cuando la realidad está mucho más cerca y se le ofrece a la vista “hic et nunc” (aquí y ahora). Porque… ¿qué les importa a los cientos de miles de personas, que han sufrido y están padeciendo en sus propias carnes o en sus negocios aún la crisis económica-sanitaria de la Covid-19, lo que vaya a suceder en 2050, cuando su presente es más crudo y duro?

Un documento de prospectiva a largo plazo sobre lo que habría que hacer para diseñar el futuro de lo que debería ser/tener la sociedad española no tendría que ser solo un “documento” del Gobierno de turno, ni ser presentado en exclusiva por el presidente de turno del Gobierno. Un documento de estas características debería ser fruto de un amplio consenso, de al menos del consenso entre los dos grandes partidos políticos del Congreso, con todas las fuerzas políticas, sociales, económicas posibles. Si no, ya intuimos lo que sucederá cuando, más tarde o más temprano, vuelva a cambiar el signo político del Gobierno, como ha ocurrido con todos los libros “blancos”, “verdes” o “amarillos” que han sido.

Posiblemente, este sea uno de los grandes y más graves problemas que tiene España como país desde hace mucho tiempo. La incapacidad política o la falta de costumbre, de cultura cívica o de mero sentido común, la ausencia de colaboración y cooperación para lograr amplios consensos políticos y sociales en los grandes temas, léase Educación, Sanidad, mundo laboral o política hidráulica. Esta es una mochila de enorme peso que arrastramos y que nos retrasa a la hora de avanzar al mismo ritmo que otros países de nuestro entorno. Ejemplo de ello ahora mismo es algo tan inmediato, como las dudas que crea o las incertidumbres sobre si vamos a ser capaces de destinar como es debido en los próximos años los 140.000 millones de euros del Plan Europeo de Recuperación, pues no existe ese consenso nacional tan necesario por la incapacidad de unos y la desidia de otros, como sí ha logrado Italia u otros países europeo.

Carbono y cambio climático

Dicho esto, y entrando en lo que más directamente nos toca, el amplio informe dedica 36 de sus 676 páginas al 4º Desafío “Convertirnos en una sociedad neutra en carbono, sostenible y resiliente al cambio climático”, en el que aborda todo lo relacionado con el pasado, el presente y el previsible futuro que nos espera en relación con el medio ambiente, la energía, el cambio climático, el uso del agua, el transporte y el sistema agroalimentario.

En este aspecto, la meta coincide con la expresada ya por la UE de alcanzar en 2050 el objetivo central de neutralidad climática (es decir, que lo que se emita de gases de efecto invernadero a la atmósfera, se compense o se neutralice con actuaciones de absorción o de reducción para que el resultado final sea cero).

En general, el informe incide en todos aquellos aspectos problemáticos conocidos, así como en las soluciones ya planteadas y que, en algunos casos, vienen siendo aplicadas a un ritmo mayor o menor o con mayor o menor incidencia o insistencia, desde hace años, tanto por el conjunto de la sociedad, como particularmente por nuestro sector agroalimentario. 

Se trata, en este sentido, de un amplio análisis que entronca en su totalidad, como no podía ser menos, con las políticas medioambientales, energéticas y de lucha contra el cambio climático de la UE, en línea con el Acuerdo de París sobre el clima y con los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas, así como con el Pacto Verde Europeo y, más en concreto, con las estrategias “De la granja a la mesa” y “Biodiversidad 2030”, y con las políticas medioambientales, energéticas y de lucha contra el cambio climático reguladas por el Gobierno, así como con la “arquitectura verde” prevista en la futura PAC 2023-2027.

En este ámbito, el informe atisba cuatro grandes transformaciones en el horizonte 2050:

a) Cambiará la forma en la que generamos, almacenamos y consumimos energía

b) Cambiará la forma en la que nos movemos y transportamos bienes

c) Cambiará la forma en la que producimos bienes y servicios, y

d) Cambiará la forma en la que consumimos bienes y servicios.

Para centrarnos, nos referiremos a estas dos últimas transformaciones, la de la producción y consumo de bienes y servicios. En relación al sector agroalimentario, se dice que “cumplir con los compromisos climáticos requiere de cambios drásticos en el consumo y el sistema de producción de alimentos, una de las principales fuentes de emisiones a nivel global y que, hasta la fecha, ha recibido poca atención. Entre otras cosas, se tendrá que producir el ajuste del uso de fertilizantes a las necesidades de los cultivos; la sustitución progresiva de los tradicionales fertilizantes sintéticos por fertilizantes mejorados y estiércoles animales, que promuevan la circularidad de los sistemas ganaderos; la generalización de nuevos sistemas de producción (ej. cultivos hidropónicos y explotaciones verticales); la renovación de maquinaria agraria (hoy mayoritariamente fósil), y la introducción de nuevas tecnologías como drones, vehículos autónomos, sensores o sistemas de Inteligencia Artificial para optimizar el uso de recursos en los sistemas de producción.” ¿Es esto algo nuevo? Creemos que no, como también que ese cambio viene produciéndose paulatinamente y en la medida de lo posible y de lo que es viable desde hace unos cuantos años ya, aunque quizás ahora se quiera pisar el acelerador.

Asimismo, se indica que “esta mayor tecnificación vendrá acompañada de una fuerte recualificación de los trabajadores agrarios y de una mayor apuesta por la I+D, pero también de un mayor protagonismo de sistemas agroecológicos, basados en el conocimiento tradicional y la innovación, destinados a ofrecer alternativas justas de producción y consumo.”

También se ve fundamental en los próximos años “la mejora en el uso de los recursos hídricos para garantizar una mayor eficiencia y un ahorro real de agua para ríos y acuíferos, a través de la modernización de los sistemas de riego, el tratamiento de las aguas residuales y el desarrollo de fuentes alternativas de abastecimiento, como la reutilización de las aguas residuales o la desalación a través de energías renovables, una opción que podría ser clave para el campo del arco mediterráneo”. Esto tampoco es novedoso y ya está en marcha, con sus inconvenientes y sus problemas, que habrá que ir solucionando.

Al mismo tiempo, añade el informe, “deberán impulsarse la lucha contra la deforestación relacionada con la producción agrícola y el fomento de la capacidad de absorción de las tierras de cultivo y pastos que, además de contribuir a la neutralidad del carbono, facilitan la regeneración y vertebración del paisaje y la protección de la biodiversidad”. Esto último es algo que se debería valorar y cuantificar mucho más y, por el contrario, es algo que a menudo no se tiene en cuenta o se olvida por parte de los gobiernos.

Menor consumo de carne

La transformación planteada y que ha generado más controversia mediática en el sector es la cuarta, relativa a los cambios en el consumo de bienes y servicios. Ahí (página 190) se señala que “la transición hacia una economía circular y los avances tecnológicos que se producirán en el futuro ayudarán a evitar este colapso (medioambiental y climático). Sin embargo, no bastarán por sí solos. Será igualmente necesario reducir el consumo de ciertas materias primas y productos. Esto significa que, en las próximas décadas, la población española tendrá que reducir su ingesta de alimentos de origen animal (carnes, leche, huevos); la cantidad de prendas de ropa que compra, o el número de dispositivos digitales y electrodomésticos que adquiere al año.” (…) “Numerosos estudios señalan que el consumo de carne de la población española es entre dos y cinco veces superior al recomendable.” (…) “En 2050, comeremos menos productos de origen animal y ultra procesados, pero consumiremos más productos locales, ecológicos y de temporada”.

Sobre “lo que tendrá que hacerse para responder a la emergencia climática” se incluye un cuadro tentativo de indicadores cuantificables y una lista de objetivos concretos, “que nos permitan monitorear los avances realizados y orientar la ambición de las reformas”.

Entre éstos destacamos el Objetivo 21: “Reducir nuestras emisiones de gases de efecto invernadero en un 90% en 2050 (el 10% restante procederá de la absorción de los sumideros de carbono).” Objetivo 22: “impulsar la transición hídrica como vía esencial de adaptación al cambio climático, logrando una reducción de la demanda total de agua de un 5% para 2030 y del 15% para 2050.” Objetivo 24: “lograr que toda la energía eléctrica sea generada mediante fuentes renovables en 2050, situándose este porcentaje en el 74% en 2030.” Objetivo 26: “Aumentar la superficie de producción agrícola ecológica hasta un 25% en 2030, en consonancia con la iniciativa “Farm to Fork” de la UE y un 60% para 2050.” Objetivo 27: “Aumentar las superficies forestales arboladas para proteger la biodiversidad, mejorar la resiliencia de los ecosistemas e incrementar la capacidad de los sumideros de carbono, esencial para alcanzar la neutralidad climática en 2050. España deberá adoptar una tasa de reforestación media de 20.000 hectáreas al año durante el periodo 2021-2050, frente a las 15.000 hectáreas actuales”.

Para alcanzar estos objetivos, España tendrá que realizar reformas profundas y poner en marcha iniciativas ambiciosas en varios frentes (págs. 193 a 199). Solo nos referiremos al frente 7º de los 11 propuestos: “Transitar hacia sistemas agroalimentarios sostenibles y saludables”, el que se indica que deberán generalizarse los sistemas de producción ganadera sostenible y ligada al territorio, como los sistemas extensivos de dehesa y pastoralistas, e impulsar un programa nacional de fomento de hábitos alimentarios saludables y sostenibles, siguiendo las directrices de la OMS y las recomendaciones de la comunidad científica.

También desarrollar un Plan Nacional para la reducción del desperdicio alimentario, siguiendo la senda de la Estrategia Española 2017-2020. Más alimento, menos desperdicio, con el objetivo de reducir la cantidad de alimentos que se desperdicia en nuestro país en un 50% en 2050, contando con la participación de todos los agentes de la cadena alimentaria.

Además, establecer un etiquetado obligatorio de alimentos con información sobre el impacto ambiental, como ya han hecho Francia o Reino Unido, para que la ciudadanía pueda conocer fácilmente aspectos como la huella de carbono, de nitrógeno, el uso del agua y de energía de los productos que consumen, incluyendo los impactos que se producen fuera de nuestro país.

Y, por último, reducir el impacto ambiental de los menús ofertados en instituciones públicas, incorporando en los pliegos de contratación de empresas de catering los criterios de sostenibilidad y salud recomendados por organismos internacionales (OMS, FAO y el IPCC), y fomentando la incorporación diaria de opciones vegetarianas y veganas.

En definitiva, un ajuste más del cinturón para los productores de alimentos que les obligará a todos a reinventarse para poder sobrevivir. Quizás represente una oportunidad para los productores locales y similares; yo tengo mis dudas, porque ese tema es minoritario, tanto su consumo como las posibilidades de producir de esta forma, así que iremos viendo.

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