30 DE junio DE 2020
Ricardo Migueláñez. @Rmiguelanez
La Comisión Europea hizo público, a través del comisario de Comercio y anterior de Agricultura, Phil Hogan, su intención de reexaminar en profundidad la actual política comercial de la UE, trastocada no solo por la aparición y expansión de la pandemia del Covid-19, sino también por el aumento de los conflictos entre países y bloques comerciales en el mundo (Estados Unidos con China y viceversa, EE.UU. con la UE, veto ruso, Acuerdo Mercosur, Brexit…), y por la fuerte crisis en la que está sumida en la actualidad la Organización Mundial del Comercio (OMC).
Sin duda, también la quiere reformar por los nuevos condicionantes “verdes” y de medidas descarbonización que la UE quiere aplicar en esta década (Pacto Verde Europeo, Estrategias “De la granja a la mesa”, “Biodiversidad 2030”, Estrategia sobre el Cambio Climático y de Transición Energética, política de residuos…) y que deberán tenerse en cuenta, de forma más estricta que ahora, en las importaciones de productos, no solo agroalimentarios, de sus socios comerciales que terminan comercializándose en el mercado comunitario, con el fin de que no perjudiquen la competitividad de las producciones internas.
Aplicar el principio de reciprocidad a los productos que adquirimos fuera de la UE será una de las claves de esta política comercial revisada: que las condiciones exigidas a lo producido aquí y a lo que importamos sean lo más homogéneas posibles. Sin llevar a la práctica ese principio, los alimentos de los países comunitarios no tendrán apenas posibilidades de competir -ya lo tienen bastante difícil- con los que llegan desde países terceros en el mercado único ante la amplia brecha existente entre las políticas sociales, económicas y medioambientales que llevan a cabo unos y otros.
Algunas organizaciones sectoriales, que están volcadas a la exportación, como es el caso de la Federación de Productores y Exportadores de Frutas y Hortalizas (FEPEX), acogieron con satisfacción el anuncio realizado por el comisario Hogan de revisar en profundidad la política comercial de la Unión Europea, con el fin de que, tras la pandemia del Covid-19, puedan protegerse mejor los intereses europeos y ayudar a rediseñar la globalización, haciéndola más justa y sostenible.
El propio Phil Hogan reconoció, tras presentar su iniciativa para fomentar un comercio libre y equitativo que “la actual pandemia está transformando el mundo tal y como lo conocemos, y nuestra política comercial debe adaptarse para ser más eficaz a la hora de defender los intereses europeos. Por tanto, pedimos a nuestros ciudadanos y a las partes interesadas que nos ayuden con sus puntos de vista a desarrollar un enfoque específico de la política comercial de la UE para el mundo tras el coronavirus. Queremos que nuestra política siga beneficiando a nuestros ciudadanos y a nuestras empresas, mejorando nuestros objetivos de liderazgo a nivel mundial en una serie de ámbitos y adoptando un enfoque más estricto para defendernos de acciones hostiles o abusivas. Debemos mantener el comercio libre y justo, respaldado por normas adecuadas tanto dentro de la Europa de los Veintisiete como en el resto del mundo.”
Debilidades comerciales
En esta línea, el comisario europeo de Comercio reconoció que “la política comercial de la Unión Europea, tras la pandemia del Covid-19, puede y debe ser más efectiva en la búsqueda de los intereses europeos en el mundo actual”, subrayando también que ésta ha puesto de relieve “muchas debilidades en la política comercial de la UE-27, por ejemplo en las cadenas de suministro que se deben abordar frente a futuras crisis y, a nivel político, “ha contribuido a disparar tendencias que ya se venían observando antes, como las llamadas al proteccionismo, al nacionalismo económico y al rechazo a las instituciones internacionales,” en velada referencia a las prácticas en este ámbito de la Administración Trump, pero también de la Federación Rusa o de China.
Son muchas las voces que llevan tiempo insistiendo en que la UE no puede embarcarse en unas políticas internas más exigentes en materia de medio ambiente y de cambio climático, que afectarán a la manera de producir alimentos en cantidad y calidad, sin que eso mismo sea exigido en plena reciprocidad a los productos que entran de fuera a su mercado (siempre podrá haber ciertas excepciones y salvedades con los países menos desarrollados).
De ahí que también, a nivel interno, se venga demandando una mayor coherencia y coordinación entre la Política Agraria Común (PAC), la política comercial y las políticas medioambientales y de lucha contra el cambio climático de la UE para que no choquen entre sí y cada una en su aplicación no afecte a las otras, y viceversa.
Para empezar y con el fin de buscar el mayor refrendo posible, la CE ha lanzado una consulta pública, que ayude a mejorar la resiliencia de la UE y a crear un modelo de autonomía estratégica abierta en el plano comercial. Su fin no será otro que continuar facilitando los intercambios de bienes y servicios, pero estableciendo las salvaguardias correspondientes para conservar y proteger los intereses europeos.
La UE intenta así lanzarse a una reflexión con la que aprender la lección de la crisis sanitaria y económica causada por la pandemia del coronavirus, que aún llevará bastante tiempo en sortear. La revisión en profundidad de la política comercial de la UE consistirá en aportar una mayor protección a las empresas y a los trabajadores comunitarios frente a prácticas comerciales desleales (veremos cómo se concreta este punto en el plano internacional y en lo referido a los productos agroalimentarios), contribuyendo a la seguridad, principalmente al examinar las inversiones directas extranjeras y el control de las exportaciones de bienes con doble uso. Y en todo este cometido, Bruselas es partidaria de clarificar y homogeneizar las reglas de juego con sus socios comerciales.
En lo relativo a las cadenas de abastecimiento, la CE apuesta por que la Unión Europea sea más resistente, aumentando la diversificación a nivel de los países y de las empresas proveedoras, de las reservas estratégicas y del almacenamiento, disminuyendo las cadenas de abastecimiento y aumentando la producción nacional, es decir, no ser tan dependientes de uno solo o de pocos orígenes y contribuyendo a fortalecer la oferta interna, como se ha visto con la falta de material básico sanitario para hacer frente a la pandemia del Covid-19.
Nuevo enfoque
¿Significa esto que la UE va a replegarse ante el mundo a nivel comercial, llevando a cabo una política defensiva, en vez de ofensiva? No, más bien al contrario. Para Hogan, a pesar de las enormes disparidades y controversias comerciales, es importante “preservar la naturaleza globalizada de nuestra sociedad y de nuestra economía, puesto que defender algo distinto lleva solo a ralentizar nuestra capacidad de hacer los cambios oportunos. Sigue siendo necesario que la UE lleve a cabo una fuerte política comercial y de inversiones, poniendo en valor el gran número (76 en la actualidad) de acuerdos bilaterales de los 27 con terceros países, que facilitan oportunidades enormes a nuestros exportadores, dan a los consumidores mayores posibilidades de poder elegir y ayudan a promover valores y estándares europeos.”
El nuevo enfoque que quiere dar la CE a la política comercial de la UE pretende también ayudar a las pequeñas y medianas (Pymes) empresas exportadoras, las más afectadas por la ruptura de la cadena de abastecimiento a causa del Covid-19, para que puedan beneficiarse aún más de los acuerdos comerciales, tratando de garantizar un mejor acceso a los mercados, flexibilizando más los intercambios, mejorando las condiciones de inversión con un impulso, por ejemplo, del régimen de crédito a la exportación, y protegiendo más los derechos de propiedad intelectual (incluyendo las indicaciones geográficas de alimentos y bebidas).
Todos esos objetivos solo se lograrán con un marco legal estable, previsible y dotado de fiabilidad a nivel multilateral, lo que engarza con la perentoria necesidad de llevar a cabo una profunda reforma de la Organización Mundial del Comercio (OMC), a fin de que esta nueva institución, que deberá nombrar en breve un nuevo director general, vuelva a ser un foro eficaz en la elaboración y aplicación de nuevas reglas comerciales más transparentes, justas y equilibradas, así como en la solución de diferencias y controversias entre países o bloques.
Acuerdo de París y ODS
La UE quiere revisar también su política comercial para facilitar el comercio y las inversiones “verdes”, aplicar normas internacionales e incluso estimular a sus socios comerciales a que sigan su mismo camino, afrontando retos comunes relacionados con el medio ambiente y la lucha contra el cambio climático, y las prácticas agrícolas y de pesca sostenibles.
En esta línea, la CE destaca la importancia del Acuerdo de París y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidos, que serán elementos esenciales para todos los futuros acuerdos comerciales, y no descarta establecer un mecanismo de ajuste en frontera para el carbono, con el objetivo de reducir el riesgo de fuga si persisten las diferencias en los niveles de ambición climática en el mundo.
La UE quiere contribuir teniendo también un papel clave en la elaboración de normas y reglamentaciones para las nuevas tecnologías “verdes” y en la promoción de prácticas sostenibles, de comportamiento responsable de las empresas y de garantía y transparencia en las cadenas de abastecimiento, con el apoyo paulatino durante todo este proceso de una mayor digitalización.
El cambio de gran calado que la UE pretende en su política comercial, por supuesto que no se logrará de la noche a la mañana. La revisión final será el resultado de un proceso transparente e inclusivo que incluirá, además de la consulta pública en línea , los debates con el Parlamento Europeo y los Estados miembros, así como el compromiso de las partes interesadas y los representantes de la sociedad civil.
Esta consulta, que consta de 13 preguntas, abarca todos los temas pertinentes de la política comercial de la Unión Europea, con especial atención a aspectos como el desarrollo de una economía resiliente, tras el coronavirus; la reforma de la Organización Mundial de Comercio (OMC); la creación de oportunidades comerciales mundiales para las empresas y, en particular, para las pymes; la optimización de la contribución de la política comercial a la hora de abordar desafíos mundiales clave, como el cambio climático, el desarrollo sostenible o la transición digital; la consolidación de las relaciones comerciales y de inversión con los principales socios comerciales, así como la mejora de la igualdad de condiciones y protección de las empresas y los ciudadanos de la Unión Europea.
Las respuestas a la consulta pública online abierta se esperan para el próximo 15 de septiembre y se incluirán en una comunicación que Bruselas quiere presentar antes del final del presente año.
Habrá que estar atentos a lo que nos depare toda esta reflexión, porque la Unión Europea es uno de los mercados más abiertos del mundo, pero también participa de lleno en el comercio mundial de mercancías y servicios, siendo uno de los actores principales en los sectores y agrario y agroalimentario.
Qcom-es © 2024 | Todos los derechos reservados