3 DE octubre DE 2019
Ricardo Migueláñez. @rmiguelanez
Cien días, desde el próximo 1 de noviembre, cuando iniciará su nuevo mandato, hasta principios de febrero de 2020, es el plazo que se ha dado la nueva Comisión Europea para presentar el Pacto Verde Europeo, el “New Green Deal”, el “sello distintivo” de Europa, que impregnará todas y cada una de las políticas comunitarias y, por supuesto, la agraria, en los próximos cinco años…y más allá.
Junto con la revolución digital, el Pacto Verde de Europa será una de las prioridades del nuevo equipo comunitario que presidirá la alemana-neerlandesa, Úrsula von der Leyen, bajo la supervisión del vicepresidente ejecutivo, Frans Timmermans.
El político socialdemócrata será el encargado también en ese periodo de tiempo de proponer un Pacto Europeo sobre el Clima, con que intentará traducir en disposiciones legislativas el objetivo clave de una Europa climáticamente neutral para 2050, así como de coordinar las estrategias de Biodiversidad para 2030, de “Cero contaminación”, de acción para la Economía Circular, así como la denominada por von der Leyen, “Del campo a la mesa”, que consistirá, más o menos, en que la cadena de valor funcione y sea transparente y que la seguridad de proveer a la sociedad civil de alimentos sanos y suficientes esté garantizada.
Lo dejó claro la presidenta de la Comisión en la presentación de su programa: “nuestro reto más acuciante es mantener nuestro planeta saludable. Esta es la mayor responsabilidad y oportunidad de nuestro tiempo. Quiero que Europa se convierta en el primer continente climáticamente neutro del mundo en 2050 y, para que esto sea posible, debemos adoptar juntos medidas audaces. Nuestro objetivo actual de reducir nuestras emisiones en un 40% 2030 no es suficiente. Debemos ir más allá, esforzarnos por llegar a más. Y para eso es necesario un planteamiento en dos fases para reducir las emisiones de CO2 de aquí a 2030 en un 50% o incluso en un 55%.” Es decir, unos 15 puntos más que lo comprometido cuando se firmó el Acuerdo de París.
¿Serán compatibles estos retos medioambientales tan ambiciosos con el mantenimiento de la productividad agraria y, sobre todo, de la rentabilidad productiva de nuestros agricultores y ganaderos en un mercado mundial abierto y muy competitivo? ¿Deberá ser el sector agrario compensado, con independencia o al margen de la PAC, por su contribución al cumplimiento de los objetivos medioambientales, o se tendrá que apañar con los mismos y únicos recursos -o menos- de la política agraria que los recibidos hasta ahora?
Son preguntas que se irán contestando según las condiciones y exigencias adicionales que se demanden al sector primario de nuestra economía, pero la presidenta de la CE ya hizo referencia a que este aumento de la ambición climática y medioambiental “requerirá una inversión de gran calado y que no bastará con los fondos públicos. Para ello, von der Leyen propondrá una estrategia de financiación “verde”¨y un Plan de Inversiones Sostenibles para Europa y la conversión de parte del Banco Europeo de Inversiones (BEI) en un Banco Climático Europeo, que permitirá desbloquear un billón de euros de inversión durante la próxima década en todos los rincones de la UE.”
En la actualidad, el BEI es ya el mayor proveedor multilateral de financiación de la lucha contra el cambio climático, con un 25% de su financiación total dedicado a este apartado y la intención de la presidenta comunitaria es duplicar ese porcentaje de aquí a 2025.
Orientar la actividad
Todos nosotros y todos los sectores (y el agroalimentario, por supuesto) “tendremos que contribuir”, afirmó la presidenta de la CE, lo que supondrá de pleno orientar toda la actividad productiva al cumplimiento de los objetivos de sostenibilidad del clima y de la salvaguarda del medio ambiente. Ello supondrá ampliar el actual régimen de comercio de derechos de emisión a otros sectores (marítimo, aéreos), ampliando estas medidas para cubrir el tráfico y la construcción.
Además, añadió von der Leyen, que, para garantizar que nuestras empresas puedan competir en igualdad de condiciones, “implantaré un impuesto sobre el carbono en frontera para evitar fugas de carbono, que sea conforme con las normas de la Organización Mundial de Comercio (OMC), comenzando con una serie de sectores y ampliarlo gradualmente. También se revisará la Directiva sobre fiscalidad de la energía.
La estrategia “Cero contaminación” exigirá un nuevo amplio enfoque, que abarca el aire, el agua y la contaminación acústica, procedente de todos los sectores, entre ellos el sector agrario y el agroalimentario.
En cuanto al previsto Pacto Europeo sobre el Clima reunirá a las regiones, las comunidades locales, la sociedad civil, la industria y las escuelas, que diseñarán en conjunto y se responsabilizarán del cumplimiento de una serie de compromisos para lograr un cambio de comportamiento, desde los individuos, hasta las multinacionales más grandes, como parte de una transición justa para todos.
Se tiene la intención de garantizar la puesta en marcha de los instrumentos legislativos relativos al clima, como sistema de comercio de emisiones, la regulación sobre el reparto del esfuerzo y la normativa sobre el uso de las tierras, cambio del uso de las tierras y la silvicultura.
En la presentación de su programa, la nueva presidenta de la CE afirmó que “nuestro entorno, nuestras joyas naturales, nuestros mares y océanos, deben conservarse y protegerse. Europa trabajará con sus socios mundiales para reducir la pérdida de biodiversidad en los próximos cinco años y, al respecto, deseo que Europa asuma el liderazgo mundial en la Conferencia de las Partes del Convenio sobre la Diversidad Biológica de 2020, al igual que lo hicimos en la Conferencia de Paris sobre el Clima de 2015.”
De la granja, a la mesa
Sobre nuestro sector agrario y agroalimentario, Úrsula von der Leyen, recalcó que “debemos preservar el trabajo vital de nuestros agricultores para proporcionar a los europeos alimentos nutritivos, asequibles y seguros. Esto solo es posible si pueden mantener de forma digna a sus familias. Apoyaremos a nuestros agricultores con una nueva “estrategia de la granja a la mesa” sobre alimentos sostenibles a lo largo de cada fase de la cadena de valor alimentaria, desde la producción al consumo, cuidando la información al consumidor, la seguridad alimentaria, la sanidad animal y vegetal, la pesca y el sector agroalimentario.”
En relación a las zonas rurales, “donde habitan más del 50% de los europeos”, la nueva presidenta ejecutiva de la UE señaló que “son el tejido de nuestra sociedad y el latido de nuestra economía. La diversidad del paisaje, la cultura y el patrimonio son una de las características más importantes de Europa. Son una parte esencial de nuestra identidad y de nuestro potencial económico. Valoraremos y preservaremos nuestras zonas rurales e invertiremos en su futuro.”
Palabras y hechos
Para ayudar a impulsar todos esos cambios que se proponen, la CE tiene intención de presentar también una nueva estrategia industrial, enmarcada en el liderazgo mundial en economía circular y tecnologías limpias para reducir las emisiones de carbono, sobre todo de las industrias con gran consumo de energía.
Y aunque reconoce que los fondos de cohesión desempeñan un papel fundamental a la hora de ayudar a nuestras regiones y zonas rurales, del Este al Oeste y del Norte al Sur de la UE, a adaptarse a las transformaciones…”tenemos que ir más allá”, garantizando una transición justa para todos (personas y regiones más afectadas por el cambio), a través de un nuevo fondo (Fondo de Transición Justa), destinado a “algunos que puedan necesitar un apoyo más personalizado que otros para llegar a la meta, sin dejar a nadie atrás.”
Como suele suceder, empezar a pasar de las palabras a los hechos en los próximos 5 años de mandato de la Comisión Europea será ya un reto por sí mismo, teniendo en cuenta que las políticas comunitarias nunca han ido a “velocidad de crucero”, sino más bien al contrario, y que cada decisión que se tiene que adoptar en la UE se pierde en los vericuetos de la burocracia administrativa y en muchas ocasiones en la exigencia de unanimidad de todos sus Estados miembros.
El terreno no está precisamente abonado para ir con la marcha directa hacia ese Pacto Verde Europeo que demanda von der Leyen. Y todo ello en medio de un marco presupuestario para el próximo septenio financiero (2021-2027) sin aprobar aún y con muchas dudas de que vaya a serlo de aquí a final de año; con una división entre los grandes países (Alemania y Francia) y entre éstos y la Comisión y el Parlamento Europeo sobre la dotación que deberá tener el mismo en base al PIB europeo para cumplir con esas mayores ambiciones; con un Brexit todavía por resolver y cuyas consecuencias son del todo impredecibles, así como con la persistente incertidumbre que suscitan las relaciones comerciales entre Estados Unidos y China y del país norteamericano con la propia UE.
Qcom-es © 2024 | Todos los derechos reservados