16 DE octubre DE 2025
La Oficina Alimentaria de la empresa multinacional de consultoría Llorente y Cuenca (LlyC), que dirige Fernando Moraleda, se presentó el pasado 14 de octubre y en el mismo se descubre cómo las fake news están transformando la conversación pública sobre salud y alimentación, y qué pueden hacer las organizaciones para anticiparse y responder con evidencia.
Para Moraleda, “la conversación pública sobre Alimentación y Salud nunca había estado tan expuesta a la desinformación. Las redes sociales han amplificado la velocidad y el alcance de los mensajes emocionales y los bulos, que confunden al consumidor y erosionan la confianza en la industria.”
Afrontar este riesgo, añade Moraleda, “exige mecanismos de desmentido rápidos y creíbles, una mayor coordinación con los medios de comunicación y campañas educativas que refuercen la evidencia científica.”
Aseguró también que “en un mundo hiperconectado, la información circula cada vez más sin filtros y a una velocidad vertiginosa. En este contexto, se expanden de forma viral mitos y rumores, con mensajes que, en el debate nutricional, no tienen fundamento y que prosperan por la complejidad de la Ciencia y por la falta de consensos visibles para plantear esa información.”
Al respecto, Moraleda incidió en que “la investigación científica es dinámica y lo que ayer se desaconsejaba e la alimentación, hoy puede ser parte esencial de una alimentación saludable, como se ha observado ya en los casos del huevo, el pescado azul o el aceite de oliva."
El director de la Oficina Alimentaria de LLyC instó a las empresas del sector agroalimentario a reaccionar a “tiempo real”, con la inteligencia artificial (IA) como aliado, así como a llevar una gestión eficaz del riesgo, de forma proactiva, mediante la anticipación, maduración y asentamiento final, utilizando herramientas que puedan establece una eficacia y una velocidad similar a la que desarrollan las “fake news” para mantener una reputación económica y empresarial.
Por su parte, durante la presentación del informe, la doctora y asesora científica de LLyC, Olga Rodríguez, recalcó que “hay que conocer la calidad de los estudios, porque no todos son iguales, ni tienen la misma evidencia científica. Es necesario centrarse en su calidad metodológica, en ver dónde se publican, si estadísticamente son significativos o analizar su financiación y transparencia. “
Asimismo, para el miembro de la Real Academia Europea de Doctores y presidente de la Comisión Científica de la Sociedad Española de Medicina del Deporte (SEMED), Rafael Urrialde, “la comunicación del riesgo sigue siendo una asignatura pendiente y debe basarse siempre en la evidencia científica”, para lo cual “hay que prevenir y es necesario invertir y trabajar entre todos los eslabones de la cadena de valor.”
Respecto al caso práctico de los etiquetados frontales de Nutriscore, Urrialde afirmó que “la calidad nutricional de los alimentos es muy relativa, porque depende de la dieta en su conjunto”, por lo que se ha mostrado más a favor de “sistemas de alerta cuando hay excesos de grasa, sal o azúcar”, añadiendo que en la nutrición “los datos científicos son observacionales, sin que exista dualidad causa-efecto.”
Por último, la periodista y fundadora de Newtral, Ana Pastor, señaló que “cualquier ataque contra una empresa o una institución está relacionado con el negocio, pudiendo impactar en toda la cadena de valor.” Así, señaló Pastor, “en un mundo donde han sido borradas todas las obviedades, la alimentación está en el pozo negro de Tik-tok, donde aparecen informes que no son y gente sin formación que compite con gente que la tiene.”
Sostuvo también que “existe el reto de llegar a los más jóvenes en sus redes y con su forma de comunicarse, por lo que la trinchera empieza en casa, con el fin de evitar informarse a través de quienes no cuentan con las fuentes que tienen conocimiento de la materia.”
Casos paradigmáticos
A través de tres casos paradigmáticos (fresas de Marruecos, panga y aceite de palma), la publicación de LLyC refleja cómo una narrativa falsa puede alterar el consumo, erosionar la confianza y afectar directamente a la salud pública, que inciden en distintos tipos de crisis reputacionales.
Además, se recogen cinco mitos, como aquellos que consideran la leche menos saludable que las bebidas vegetales; lo natural más sano que lo procesado el azúcar como veneno; la carne menos saludable que la proteína vegetal, y los aditivos perjudiciales para la salud.
Entre sus conclusiones viene a confirmar que la consistencia en la información alimentaria es hoy una condición indispensable para la salud pública y para la confianza del consumidor.
En un entorno donde las fake news circulan siete veces más rápido que las noticias reales, la industria, desde la transformación hasta la distribución, así como el eslabón productivo, tienen la responsabilidad de reforzar la claridad y la coherencia de sus mensajes, evitando que la desinformación distorsione las decisiones de compra.
Por ello, un marco regulatorio robusto y actualizado es parte esencial de esta estrategia.
En este sentido, recalca que la accesibilidad de la información y un etiquetado preciso y armonizado no solo garantizan la seguridad alimentaria, sino que fortalecen la credibilidad de los productos y del propio sector.
La futura regulación debe, además, responder con agilidad a la aparición de productos emergentes, como las bebidas vegetales, la kombucha o los lácteos saborizados, asegurando transparencia y seguridad jurídica.
En este contexto, apunta el informe entre sus conclusiones, la educación y la alfabetización alimentaria aparecen como el antídoto más eficaz frente a los bulos.
Dotar a los consumidores de herramientas para interpretar la información, reconocer sesgos y diferenciar ciencia de pseudociencia es clave para reducir la vulnerabilidad frente a rumores y titulares engañosos.
La innovación responsable, acompañada de una comunicación honesta, debe avanzar hacia soluciones sostenibles sin incurrir en prácticas de greenwashing.
En este terreno, concluye el informe, la colaboración público-privada, apoyada en programas europeos y plataformas conjuntas, se perfila como un acelerador de confianza y de impacto positivo en la sociedad.
Porque, añade, el impacto de la desinformación va mucho más allá de la percepción: afecta directamente a la reputación del sector, a las exportaciones e importaciones y a la salud de la población.
Hundir mercados
Falsas alertas sobre supuestas contaminaciones o campañas de desprestigio de determinados alimentos ilustran cómo los bulos pueden hundir mercados enteros.
Y, en este sentido, se considera que afrontar este riesgo exige mecanismos de desmentido rápidos y creíbles, una mayor coordinación con los medios de comunicación y campañas educativas que refuercen la evidencia científica.
Los tres estudios de caso del análisis de Deep Learning muestran fases distintas del ciclo de desinformación: explosiva (alerta sanitaria politizada), por goteo mediático (reputación erosionada en años) y dual (salud y medio ambiente).
Cada patrón, señala el informe, exige estrategias diferenciadas de monitorización, respuesta y reconstrucción de confianza.
En última instancia, la salud pública es la dimensión más sensible. La difusión de información errónea puede llevar a evitar alimentos saludables o a adoptar dietas desequilibradas, incrementando riesgos para los ciudadanos.
Enfrentarse a este desafío requiere un esfuerzo coordinado de instituciones sanitarias, cadena alimentaria y medios, orientado a ofrecer información basada en evidencia y a desmontar mitos que comprometen el bienestar colectivo.
Creatividad y capacidad de influencia
En este contexto, contar con una metodología estructurada en fases —anticipación, respuesta y recuperación— y sostenida en pilares de prevención, gestión, respuesta y aprendizaje, como la que desarrolla LLYC, constituye el puente entre el diagnóstico y la acción.
Pero la solución, añade el informe, no pasa solo por neutralizar crisis: exige creatividad para diseñar narrativas alternativas, capacidad de influencia digital para llegar con precisión a las audiencias más vulnerables y visión estratégica para activar coaliciones que legitimen los mensajes.
En este terreno, el uso innovador de datos, la producción de contenidos verificados listos para viralizarse y la movilización de comunidades digitales son piezas críticas.
Así, las organizaciones del ecosistema alimentario no solo se defienden, sino que ganan terreno en la conversación pública, consolidando un liderazgo basado en transparencia, innovación y evidencia científica. Su aplicación permite acortar los tiempos de reacción, mejorar la calidad del desmentido y reforzar la resiliencia reputacional del sector alimentario frente a los bulos.
Más aún, el reto actual no es solo resistir las crisis, sino aprender de ellas. Por eso, junto a la resiliencia, la lógica de la antifragilidad se convierte en una ventaja estratégica: transformar los episodios de desinformación en aprendizajes que fortalezcan a las organizaciones, impulsando innovación, transparencia y liderazgo en el sector
El informe de Llorente y Cuenca, elaborado por la Oficina Alimentaria de la empresa de consultoria, es fruto del trabajo coordinado entre los equipos de Marketing y Corporate Affairs de la consultora, del medio Newtral, y el asesoramiento científico de Rafael Urrialde, que han sumado análisis de datos, estrategia, reputación y conocimiento técnico para dar forma a un informe que va mucho más allá de los titulares.
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