De la nueva política comercial europea, los LMR y las retorsiones cruzadas

Desde hace años se suceden en Bruselas diferentes iniciativas que pretenden reorientar nuestras relaciones comerciales con países terceros.  Se trata de buscar nuestro sitio en este mundo donde la globalización va cediendo y la Organización Mundial del Comercio (OMC) ya no sirve ni de contención a los desmanes, ni de marco para los nuevos problemas que surgen en el comercio.

Teorías como la autonomía estratégica o la seguridad económica están detrás de este debate – el ultimo en mencionarlo ha sido Draghi-,   pero a mi juicio con escaso éxito. Teóricamente tiene todo el sentido, pero la aplicación práctica es algo todavía por ver.   

Nuestro sector es buena prueba de que la necesidad de cambio existe - acucia más bien-, porque los problemas se mantienen, pero las soluciones no acaban de llegar después de mucha reflexión teórica.

Pongamos dos ejemplos.

El primero es de carácter regulatorio, y tiene que ver con una reciente resolución del Parlamento Europeo relativa a dos actos delegados propuestos por la Comisión sobre los Límites Máximos de Residuos (LMR) para benomyl, carbendazim y thiofanate – metil en determinados productos agrarios. Estos actos delegados necesitan la aprobación tanto del Consejo como del Parlamento para poder ser validados y entrar en vigor.

Las propuestas de la Comisión no tuvieron problema alguno en el Consejo de ministros y se aprobaron, pero su debate en el Parlamento se politizó y se torció, considerando que debían objetarse ya que esta era la manera de prohibir las importaciones con residuos de estos productos fitosanitarios, lo que es totalmente falso. La verdad es que se mantienen los limites actuales -más elevados- de residuos, y ahora la Comisión tiene que volver a presentar una nueva propuesta – que difícilmente puede variar de la presentada ya que carece de base jurídica para proponer limites menores.

El mensaje es que en cuestiones regulatorias necesitamos de una vez por todas concretar el debate sobre las cláusulas espejo, que no solo se ha abandonado en el último año, sino que como vemos, siguen existiendo problemas de fondo que no somos capaces de resolver.  Ya sea en los acuerdos bilaterales, ya sea en el contexto de la OMC, necesitamos un marco jurídico que asegure al productor europeo un pie de igualdad frente a los productos importados. Tenemos que salir de este status quo.

El otro ejemplo es de carácter arancelario, y esta relacionado con los derechos compensatorios que acaba de imponer la Unión Europea a los vehículos eléctricos originarios de China. Al conocer la decisión de la Comisión de investigar a este país por los precios de importación de sus vehículos eléctricos en la Unión el pasado año, China no dudó en abrir procedimientos antidumping contra el brandy, el porcino y los lácteos europeos.

No había razones objetivas para tal investigación sino simplemente el deseo de contar con elementos de negociación y presión complementarios, que pueden acabar en retorsiones contra nuestras empresas exportadoras en ese mercado.

¿Dónde está la lógica de estas retorsiones cruzadas? ¿Por qué el sector agroalimentario es rehén favorito de otros contenciosos en los que nada tiene que ver? Primero fueron los contenciosos con USA por el aluminio y el acero, luego el de Boeing y Airbus (por cierto, aun abiertos), ahora es China con los coches eléctricos, … ¿cuál será el próximo?, ¿no hay forma de evitarlo?

Debe haberla. Ya sea a nivel bilateral, ya en el marco de la OMC y al igual que en el caso anterior, necesitamos una reglamentación mas justa que no lastre nuestra competitividad. No podemos ni frivolizar, ni seguir esperando.