27 DE agosto DE 2020
Rubén Moreno. Secretario general de Produlce
Tras la pausa veraniega, en la que hemos disfrutado de una situación relativamente cercana a la normalidad, vuelve un período de incertidumbre, a tenor de las declaraciones que ofrecen las autoridades sanitarias. Además, el inicio del curso escolar es la gran prueba a la que se somete nuestra sociedad en su transición de vuelta a la normalidad. En función de cómo se desarrolle, evolucionará el resto del tejido económico y social de nuestro país.
En lo que respecta a nuestro sector, en su sentido más amplio, esta crisis ha ratificado el carácter acíclico del sector de la alimentación. No obstante, ha comportado importantes variaciones internas en las formas de consumo y distribución de las ventas entre canales y categorías, especialmente por el cierre del sector HORECA durante varios meses y la concentración de las compras en la distribución moderna. Seguramente en esta ocasión estamos más preparados para definir los diferentes escenarios que pueden producirse y los efectos que pueden tener, en un intervalo que abarca desde un nuevo e indeseado confinamiento de la población hasta una situación cada vez más cercana a la normalidad.
También nos encontramos más preparados para afrontar estos escenarios en nuestras plantas productivas. El sector agroalimentario consiguió con enorme esfuerzo adaptarse a la caótica situación vivida durante las primeras semanas del Estado de Alarma y, junto al resto de agentes de la cadena alimentaria, asegurar el aprovisionamiento de alimentos a la población. Fue un trabajo ejemplar en el que, además, se logró proteger la salud de nuestros trabajadores de manera muy eficaz, precisamente porque fue la prioridad de nuestros empresarios desde el primer momento. Una actuación del conjunto de trabajadores de la cadena alimentaria que nunca nos cansaremos de agradecer y reconocer.
Tras lo aprendido de esta experiencia, entendemos que en esta ocasión debemos trabajar en el conjunto de la cadena alimentaria en ir más allá de la eficacia y asegurar también la máxima eficiencia, pues aunque en muchas categorías las ventas aumentaron notablemente para hacer frente a una demanda desatada, esto se hizo en muchos casos a costa de la rentabilidad, en otro ejemplo de la responsabilidad del sector agroalimentario con los ciudadanos. También esperamos que tanto HORECA como pequeño comercio vayan recuperando poco a poco el tono y no se tengan que ver de nuevo expuestos a un cierre, algo que sería definitivo para muchos de estos pequeños negocios.
Por último, y de manera más concreta en el sector del dulce, miramos también con cierta incertidumbre a la campaña navideña. Las condiciones en que la ciudadanía afronte estas fechas llegado el momento pueden determinar de manera importante ya no solo el volumen de ventas total de nuestros productos, sino su reparto entre categorías, momentos y lugares de consumo, lo que puede dar lugar a unos resultados muy diferentes a los de campañas anteriores, con especial importancia en aquellos productos de estacionalidad más marcada, como turrones, mazapanes y determinadas especialidades de chocolate principalmente.
Desde el sector del dulce intentamos mirar con optimismo al futuro, a pesar de las circunstancias, pero sin permitir que ese optimismo nos inhiba de tomar todas las medidas posibles para afrontar nuestro trabajo con las mejores garantías posibles.
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