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El punto de encuentro de la cadena agroalimentaria

Periódico Digital Qcom.es: El punto de encuentro de la cadena agroalimentaria

28 DE abril DE 2025

Alimentar el cuerpo, honrar el alma: lo que nos enseñó el Papa Francisco

QU Dongyu. Director General de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO)

El fallecimiento del Papa Francisco nos recuerda la excepcional claridad moral que aportó a las conversaciones globales sobre el hambre, los sistemas agroalimentarios y la dignidad humana.

Su voz constante nos recordó que la alimentación no es simplemente una mercancía, sino un derecho. Porque el derecho a la alimentación es un derecho humano fundamental.

La alimentación no es solo una cuestión de logística o productividad, sino de dignidad humana. No se limita a las cadenas de suministro ni a los informes económicos, sino que atañe a la sacralidad de la vida misma. La alimentación se trata de las personas, de las comunidades que construimos y de las culturas que llevamos dentro.

Se trata de la compasión y de los lazos inquebrantables que nos unen. Cuando nos comprometemos a alimentar al mundo, no solo llenamos estómagos, sino que honramos el alma de la Humanidad, especialmente de los vulnerables y marginados.

En la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), tuvimos el privilegio de mantener un diálogo largo y enriquecedor con Su Santidad. Tuve el honor de conocerlo personalmente y recibir su apoyo para nuestro noble mandato en varias ocasiones. Compartimos el mismo lema: una vida sencilla, pero no un trabajo sencillo.

En 2022, elogió la labor de la FAO para apoyar a las poblaciones vulnerables durante un período marcado por conflictos, inestabilidad económica y una pandemia mundial persistente. Agradecí profundamente su reconocimiento y su constante recordatorio de que la transformación de los sistemas agroalimentarios debe comenzar desde cero.

Debemos trabajar todos juntos para transformar los sistemas agroalimentarios mundiales y hacerlos más eficientes, inclusivos, resilientes y sostenibles.

El Papa Francisco valoró enormemente la humildad de quienes trabajan en silencio. Nos llamó a no olvidarlos. A no olvidar a los agricultores familiares, especialmente a los pequeños productores, a las mujeres rurales, a los niños que pasan hambre. Nos recordó que cada una de estas historias es la historia del mundo. No debemos dejar a nadie atrás.

En el largo camino del esfuerzo humano, pocas luchas son más nobles que el esfuerzo de alimentar a otro. El papa Francisco nos recordó que este deber no se cumple solo con la caridad, sino con la justicia y la inversión.

Vio en el simple acto de comer un profundo gesto moral, que une a los vivos con quienes los precedieron, con las manos que sembraron y las esperanzas que perduraron.

En los foros multilaterales, hablamos de sostenibilidad y transformación. Pero Francisco nos pidió que también habláramos de dignidad. Nos enseñó que desperdiciar alimentos es olvidar al agricultor. Rechazar el hambre es traicionar nuestra humanidad común.

Debemos convertir nuestra retórica colectiva en acciones concretas para garantizar los cuatro beneficios mejores para todos: mejor producción, mejor nutrición, un mejor medio ambiente y una vida mejor.

No habló como gobernante, sino como testigo. Y al hacerlo, nos llamó a todos —líderes, agricultores, consumidores— a hacer algo sumamente valioso: nos llamó a cuidar.

Debemos preocuparnos lo suficiente para garantizar un futuro mejor y con mayor seguridad alimentaria para las generaciones presentes y futuras.

No desperdiciemos el momento que su vida nos ha regalado. Avancemos, no solo con ciencia e innovación, políticas propicias e inversión responsable, sino con la claridad moral que ve en cada comida un vínculo, en cada semilla un futuro y en cada persona hambrienta, un hermano o hermana digno de toda nuestra fuerza. Estamos todos juntos en este pequeño Planeta con gran pasión.

En esto y en mucho más, no caminamos delante de él, sino con él.

 

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