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El punto de encuentro de la cadena agroalimentaria

Periódico Digital Qcom.es: El punto de encuentro de la cadena agroalimentaria

8 DE noviembre DE 2024

La presidencia de Trump impactará en la agricultura y en el Pacto Verde Europeo

João Pacheco. Farm Europe

La próxima segunda presidencia de Trump puede tener consecuencias dramáticas para la agricultura de la UE, a través del comercio y el impacto en las políticas.

Lo primero que nos viene a la mente es el mayor riesgo de fricciones comerciales o incluso de guerras comerciales, que de un modo u otro podrían repercutir en la agricultura de la UE.

En esta nota se analizan los diferentes escenarios en lo que respecta a los problemas comerciales, pero se va más allá y se destaca otro posible impacto importante: el del Pacto Verde Europeo. 

Al discutir lo que podría suceder no entraremos en la discusión sobre las ventajas o desventajas de aranceles más altos, que si bien son de real importancia ameritarían un análisis económico específico y profundo, mucho más allá del propósito más focalizado de esta nota.

Comercio

En el frente comercial, Trump ha hablado constantemente de aumentar los aranceles a las importaciones estadounidenses. También ha señalado constantemente que China es un objetivo importante para las alzas de aranceles estadounidenses. 

No sería nada nuevo, ya que en su primera Presidencia tomó la iniciativa contra China y levantó múltiples aranceles a las importaciones de acero o aluminio, lo que, como se recuerda, impactó a la UE y derivó en difíciles negociaciones tras una ronda de medidas comerciales de represalia.

¿Qué podría traer de nuevo una segunda presidencia de Trump?

Hay varios escenarios posibles:

1.Estados Unidos podría aumentar sus aranceles de manera generalizada, con lo que su arancel promedio ponderado, de poco más del 2%, llegaría al 10 o al 20%. En el caso de China, Estados Unidos probablemente aumentaría sus aranceles aún más: se ha propuesto la cifra del 60%. 

La dificultad de este escenario es que afectaría a todos los países del mundo, incluido Estados Unidos, muy probablemente desencadenaría medidas de represalia por parte de los países afectados y dejaría muy poco margen para la negociación.

Estados Unidos obtendría una mayor protección para algunos de sus sectores sensibles, pero perdería mercados de exportación y aumentaría los costes de importación (e insumos) incluso para sectores en los que la nueva Administración no busca recuperar su base industrial.

La UE seguramente tomaría represalias, aumentando los aranceles y reduciendo así las importaciones estadounidenses.

Nuestras exportaciones agrícolas a Estados Unidos se verían reducidas. Aunque podríamos sustituir a Estados Unidos en algunos mercados de terceros países, que también habrían aumentado los aranceles a las importaciones estadounidenses, el balance final sería negativo para nuestros intereses, ya que actualmente disfrutamos de un gran superávit comercial con Estados Unidos.

Trump también podría tener dificultades para aprobar este aumento generalizado de aranceles en el Congreso. Si bien podría tener el poder de actuar en el caso de aranceles específicos, es poco probable que ese poder se extienda a una medida tan amplia.

Por lo tanto, considero que esta opción no es muy probable.

2.Estados Unidos podría aumentar sus aranceles principalmente contra China y algunos otros productos y países, centrándose en aquellas áreas en las que unos aranceles más altos serían más eficaces para atraer industrias de vuelta a Estados Unidos y proteger sectores sensibles. O Estados Unidos podría exigir reciprocidad en algunos productos específicos, es decir, que terceros países apliquen los mismos aranceles que Estados Unidos.

La UE podría verse afectada en el sector de los automóviles, el acero y otros productos industriales, y también directamente en el de la agricultura, ya que Trump ha criticado abiertamente a la UE por restringir las exportaciones de alimentos estadounidenses, lo que inevitablemente desencadenaría represalias contra las importaciones estadounidenses. 

A partir de ahí, son posibles tres alternativas: que ambas partes mantengan sus aranceles mutuos más altos; que la represalia desencadene una contrarrepresalia y una guerra comercial; o que se encuentre alguna forma de solución negociada. 

Las perspectivas para las exportaciones agrícolas de la UE a los EE.UU. dependerán de qué productos se vean afectados por aranceles más altos en los EE.UU. Es muy difícil de predecir, pero la perspectiva es real.

Este escenario podría resultar más atractivo para la nueva Administración, pues le permitiría ejercer presión y aceptar un mejor acuerdo negociado.

En ambos escenarios, el impacto de aranceles mucho más altos sobre las exportaciones chinas a los EE. UU. se sentiría también en la UE. China se quedaría con más bienes para exportar a precios aún más bajos a la UE (y al resto del mundo). La UE probablemente se sentiría obligada a protegerse, e incluso podría hacerlo en el marco de un acuerdo con Estados Unidos.

Sin embargo, China no se quedaría de brazos cruzados mientras sus exportaciones fueran objeto de ataques. Por lo tanto, las exportaciones agrícolas de la UE podrían fácilmente estar en la lista de represalias de China.

Además, en ambos escenarios la OMC quedaría aún más marginada, hasta el punto de quedar prácticamente olvidada. El recurso al mecanismo de Solución de Diferencias de la OMC no sería una opción viable para disuadir a la nueva Administración estadounidense.

Pacto Verde

Los problemas comerciales que se han analizado anteriormente se derivarían de la iniciativa de Estados Unidos de romper sus compromisos en el marco de la OMC e imponer aranceles unilateralmente a otros países, sin argumentos jurídicos válidos aceptados internacionalmente.

La excepción de la OMC que permite a los miembros mantener medidas que de otro modo serían incompatibles con la OMC (como aranceles discriminatorios o cuotas o prohibiciones de importación) por razones de seguridad nacional no puede justificar todas las medidas, y menos aún un aumento generalizado de los aranceles.

Pasemos ahora al Pacto Verde Europeo. 

El Sistema de Comercio de Derechos de Emisión (ETS) de la UE es un mecanismo que restringe y fija el precio de las emisiones de carbono dentro de la UE, creando un mercado de derechos de emisión.

El mecanismo de ajuste fronterizo del carbono (CBAM) nivela el campo de juego de los costes del carbono para los bienes importados, al aplicar un impuesto diferencial en la frontera. 

En la actualidad, la aplicabilidad del Pacto Verde, sin consecuencias devastadoras para nuestras economías, depende de la implementación del Acuerdo de Asociación Comunitaria.

Sin un Acuerdo de Asociación Comunitaria, las industrias sujetas a reducciones obligatorias de emisiones y a un ETS realmente agresivo se enfrentarían a un choque de doble filo: mayores costes de producción y más competencia de las importaciones. Esa sería una receta para el desastre, que muy probablemente sería política (y socialmente) inaceptable. 

El CBAM ya se está implementando, pero la implementación de los impuestos fronterizos reales está programada para comenzar a partir de 2026, cuando finalice la distribución gratuita de certificados ETS.

Así, en 2026 la UE empezaría a gravar las importaciones de cemento, electricidad, fertilizantes, hierro y acero, hidrógeno y aluminio, y algunos precursores y productos derivados del cemento, hierro y acero, y aluminio, cuando sus emisiones sean superiores a lo aceptado en la UE.

Al contrario de lo que ocurriría si (cuando) Estados Unidos aumentara los aranceles unilateralmente, ahora sería la UE quien lo haría.

Lo más probable es que la nueva Administración estadounidense tome represalias. Aunque algunos republicanos están dispuestos a imponer impuestos al carbono sobre las importaciones, algo que afectaría principalmente a China, nunca aceptarían que se gravaran las exportaciones estadounidenses por ese motivo.

No se ha puesto a prueba nuestra base jurídica para aplicar un mecanismo de amparo con arreglo a las normas de la OMC. La UE sabe que se encuentra en terreno inestable y se entiende que preferiría asegurar su posición mediante acuerdos con los países interesados.

Eso podría resultar difícil, si no improbable, pero, a pesar de ello, Estados Unidos no aceptaría un mecanismo de amparo con arreglo a las normas de la UE, ni esperaría a que un grupo especial de la OMC decidiera para reaccionar. 

Además, es probable que otras grandes economías, como India y China, sigan el ejemplo de Estados Unidos. Incluso el Reino Unido se encontraría en una posición difícil, ya que llegar a un acuerdo con la UE e implementar su propio mecanismo de apoyo a la cooperación bilateral lo colocaría en una encrucijada con Estados Unidos.

El resultado sería que, o bien la UE sigue adelante con el Pacto Verde y acepta que una gran parte de sus industrias se vean en graves dificultades, debido a los mayores costes de producción y las menores exportaciones, con todas las consecuencias económicas, sociales y políticas que ello implica, o bien la UE pausa la aplicación de elementos centrales del Pacto Verde, empezando por el ETS y el CBAM.

Lo primero es muy poco probable, ya que provocaría una reducción del bienestar y del empleo. Si ahora, en una fase anterior de la aplicación del Pacto Verde, aumenta la oposición política y social a medida que se hacen más evidentes los costes, que aumentarían drásticamente si la UE mantiene el rumbo de la aplicación del Pacto Verde, ¿cuál sería la reacción?

Los políticos y el público son ahora muy conscientes de las consecuencias, y yo esperaría que se suspendieran las medidas clave del Pacto Verde y que la UE volviera a empezar de cero para decidir cuál es la mejor manera de avanzar.

Aunque sólo la industria de la UE se ve directamente afectada por el ETS y las fuertes reducciones de emisiones, la agricultura también estaría en apuros en lo que respecta a los fertilizantes, sin mencionar las posibles represalias comerciales.

Además de eso, la pausa en la implementación de elementos centrales del Pacto Verde abriría la puerta a una reevaluación más amplia sobre cómo la UE debería abordar el cambio climático y qué medidas deberían implementarse sin poner en peligro el tejido económico y social de la UE. 

Esto es de suma importancia para la agricultura de la UE. La cuestión no es que el cambio climático sea real y tenga consecuencias, sino cuál es la mejor manera de abordar este desafío. La cuestión es abordar el cambio climático sin reducir nuestro bienestar y nuestra autonomía estratégica.

Para concluir, una Administración Trump seguramente trae consigo un mayor riesgo de disputas comerciales, pero también la oportunidad de repensar cómo abordamos el cambio climático en la UE.

Por un lado, trae consigo la perspectiva negativa de una reducción de las oportunidades comerciales, pero por otro abre la posibilidad de reorientar el Pacto Verde para combatir el cambio climático sin reducir nuestro bienestar, pasando a un enfoque tecnológico y basado en incentivos. 

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